RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 7 de junio de 2012

MARATÓN DE ESTOCOLMO: CAPÍTULO 3, EL SEGUNDO TERCIO

Pasado el kilómetro 15, enfilábamos por Odengatan, una calle llena de bullicio comercial y de franquicias, abarrotada de gente pese a la lluvia. Pendiente positiva al principio para luego tener una generosa cuesta abajo en la zona de The Public Library, un edificio muy conocido allí. Me había tirado a la piscina y llevaba la gente del globo de 3:15 por detrás y aunque no tenía sed avituallé un poco de agua, difícil de beber en el vaso pero ya me estaba acostumbrando.

Justo al dejar a la izquierda una muy bonita iglesia de torre con tejado verde terminado en punta afilada  (como la mayoría de las de allí),  giramos a la derecha por una avenida con árboles y algo menos de un kilómetro más allá un giro a la izquierda  cogiendo Karlavägen con un generoso repecho de unos 300 metros viendo al fondo la torre del estadio. Recuerdo que pensé "cuando pasase nuevamente por allí me quedarían unos 600 metros para terminar y todo el pescado estará ya vendido".

Habíamos finiquitado la primera  vuelta, 17 kilómetros a las espaldas, con sensaciones que continuaban siendo muy buenas, y justo al girar a la derecha para comenzar la avenida Valhallavägen nuevamente, teníamos el avituallamiento especial con plátanos. La verdad es que estaba deseando agarrar lo que pensaba iba a ser una banana que tendría que pelar sobre la marcha, pero no fue así, lo que había en las bandejas eran cachos pelados de plátano que se pegaban unos a otros, ya no digamos cómo se pegaban en los guantes húmedos, en los que se formó un masa similar a la que podemos apreciar cuando rebozamos el pescado y se pega la harina y el huevo en el tenedor.

En todo este tiempo, continué escalando posiciones y manteniendo un ritmo bastante vivo, animado más si cabe por los beneficios de ir pasando ya por sitio conocido.

Tras girar a la derecha y pasar, por segunda vez, por la sede de una de las cadenas de TV más famosas del país, en la zona Diplomatstaden, en cristiano la zona de las embajadas, tuve que sufrir nuevamente un par de repechos, o mejor dicho, toboganes, llegamos a la rotonda donde al comienzo habíamos cogido dirección a la derecha para ir a la Old Town, y sin embargo, ahora ibamos a la izquierda hacia a uno de los pulmones más grandes de la ciudad, y pude apreciar edificios de embajadas, como la de USA, o Turquía (todavía iba bien como para distinguir la nación que había detrás de cada bandera). Esta parte la tenía recorrida en la tiradilla que había hecho dos días antes con mi mujer, y sabía que no se iba a dar mal porque iba muy entero. En el kilómetro 19 aproximadamente, me asocié con un runner sueco, que ahora sé que se llama Roger Sandberg. Me gustó su cadencia de carrera y su ligereza y llevaba un ritmo similar al mío. No sé porque al pasar por el Museo de la Policia comencé a charlar con él. Era bastante agradable y, como todos los suecos, hablaba un perfecto inglés, no como el mío. Pasamos el kilómetro 20 y me sorprendió ver cómo había bajado los registros en la última decena de kilómetros. Mi Garmin decía lo siguiente:



Paso del kilómetro 20 en 1 hora 29 minutos 48 segundos, habiendo corrido los últimos 5 kilómetros en 22´09´´, otro muy buen registro, y habiendo hecho el segundo 10.000 en 44´04´´, frente a los 45´44´´ que me marcó el Garmin en el primer 10.000. En casi todos los últimos 10 kilómetros había bajado de 4´30´´ y en algunos había ido por debajo de 4´20´´. El tiempo oficial era algo superior:





Paso del kilómetro 20 en 1 hora 30 minutos 55 segundos, algo más de un minuto extra que el Garmin, y casi 250 metros más de distancia según el aparatito. En cuanto a los puestos, pues había ganado otros cuantos hasta alcanzar el 1352, casi mil menos que el puesto en el que salí. Me encontraba muy bien a pesar de la intensa lluvia y las rachas de viento. Enseguida tras el paso por el 20 giramos a la izquierda por un carreterín asfaltado de algo más de 1 kilómetro orientado al norte, donde pegaba el viento de frente, lo cual se hizo muy muy desagradable. En la foto se puede ver una vista aérea de dicho carreterín en la zona que ellos llaman Djurgårdsbrunnsvägen – Greve von Essens väg, que traducido al castellano significa, "no tengo ni idea":



El viento era tan intenso que ni creando pelotón se podía avanzar sin dificultad, pero como las fuerzas me acompañaban no me resultó muy dificultoso y el ritmo no decayó apenas. Al final girábamos a la derecha pasando por un campo de Rugby donde dos días antes había correteado con Mercedes, y el viento dejó de darnos de cara. La carretera era más ancha y yo seguía de parloteo con Roger. Pasamos por una zona donde se veían naves industriales y enseguida nos fuimos adentrando en una zona verde con algunos toboganes, pero no de recreo infantil precisamente. Desde el kilómetro 19, que salímos del centro, había mucha menos afluencia de gente pero yo me estaba procurando una entretenta con Roger para que todo se me hiciera más liviano.

Recuerdo que en kilómetro 23 aproximadamente volví a beber isotónica (era la cuarta vez que lo hacía) y la lluvia no nos daba tregua alguna, más bien al contrario, nos seguía empapando. En cuanto a los ritmos, nuestro paso por el 25 según mi aparato era:




Ahora el ritmo se movía más en 4´30 y pico que antes. En el 24 y medio pasamos muy cerquita de un famoso pirulí en la zona entre Kaknäsvägen  y Manillavägen, que es una estación de TV. He aquí una foto de archivo (fijaros en el cielo azul que nunca ví el día de la maratón).



Ya no estaba bajando de 4´25´´. También es cierto que el terreno era más duro, con más subidas y la ausencia de gente animando no ayudaba. También es cierto que las piernas comenzaban a ir cargándose, aunque las sensaciones eran bastante favorables aún. Tiempo de paso del 25 según Garmin, 1 hora 52 minutos 32 segundos. En cuanto al tiempo oficial:















Según la organización, el tiempo de paso en el 25 fue de 1 hora 53 minutos 58 segundos. El desfase era ya de más de 300 metros de distancia. En estos 5 kilómetros había ganado otros 100 puestos más, hasta alcanzar el 1232. En cuanto al tiempo de los últimos 5 kilómetros, 22´44´´ según el Garmin y 23´03´´ según la organización.

Os pego una foto de esa zona, donde se pueden apreciar los charcos y también el mogollón de verde:




La charla con Roger continuó, me habló de su afición por el running, de dónde vívía, le hablé de dónde vivía yo, de mi plan de entrenamiento, del peso que había perdido, etc. Pasamos por una zona donde tocaba una orquesta que estaba reproduciendo una famosa canción de Bon Jovi y seguimos avanzando por las últimos kilómetros de zona arbolada, hasta entrar en la zona verde donde está el parque de atracciones y los museos en la isla llamada Djurgårdsvägen; recordé que tocaban de nuevo bananas, y otra vez tuve que pringarme los guantes. Quizá debería haber cogido más cantidad, y puedo anotar un error en mi debe.

De vez en cuando nos preguntábamos el uno al otro qué tal iban las sensaciones y coincidiamos en decir que no tan bien como al principio pero bien en general. La lluvia se intensifico antes de entrar en la zona transitada paralela al agua, zona que ya conocía del kilómetro 3 y pico, en Oxenstiernsgatan y Strandvägen. En la siguiente foto aparezco aproximadamente en esa zona aproximadamente kilómetro 28:




Obviamente, yo soy el feo de la izquierda, el que lleva el dorsal colgando. Mi amigo sueco es el joven y guapo de la derecha, con el dorsal bien colocado y sin cara de estreñido.

En esa zona cogí unas barritas de chocolate duras de roer y tuve que tirar el tercer cacho porque pensé que si seguía mordisqueando vería rodar medio molar por el asfalto mojado. Pasamos de nuevo por el teatro, en la zona de Strandvägen – Norrmalmstorg una zona muy céntrica, para volver a cruzar el puente hacia la Old Town. Allí esperaba ver a Mercedes, en la zona del Palacio Real, kilómetro 30, en Norrmalmstorg – Skeppsbron , pero no la ví, aunque un kilómetro antes me pareció oir mi nombre y giré la cabeza (confirmamos después que era ella).

Ya sólo quedaban 12 kilómetros y tenía la sensación de que iba a terminarla felizmente. Mi Garmin decía lo siguiente:




Estos nuevos 5 kilómetros habían sido ligeramente más rápidos que los anteriores, haciendo un total de 22´33´´. El paso del 30 fue en 2 horas 15 minutos 5 segundos y según la organización:




El paso del 30 había sido en 2 horas 16 minutos y 40 segundos y el del último 5000 en 22´42´´. Las piernas ya me decían que habían corrido mucho pero que seguirían obedeciendo si las mimaba. La ropa me pesaba un quintal y mis pies nadaban dentro de un mar en mis zapatillas, de tanto charco pisado. Aún así habíamos ganado otro montón de posiciones hasta llegar al puesto 1.096.

Las charlas con mi partener sueco se fueron espaciando conforme nos ibamos cansando e ibamos dejando de ir tan felices por la vida. Es que estábamos corriendo un maratón y no jugando afablemente al golf.

Quedaba menos de un tercio, lo más difícil...





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