RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 5 de junio de 2012

MARATÓN DE ESTOCOLMO: CAPÍTULO 1 PRÓLOGO

El viernes por la mañana me desvelé a las 07:30 al oír el sonido de la lluvia golpear el cristal. Me asomé y estaba lloviendo. Aún así me puse la ropa de correr y me fui lloviendo a dar una vuelta por las zonas verdes de alrededor del hotel, una pasada. Hice unos 22 minutos y llegué como una sopa. El resto del día fue de visitas a museos y otros edificios y anduvimos más de lo previsto. Hizo bastante frío y estuve un poco malhumorado porque sabía que el sábado iba a ser incluso peor, conforme a las previsiones. Los dos días anteriores, miércoles y jueves habían sido fríos pero apenas había llovido y había estado contento por lo que creía que iba a ser una maratón fresquita, sin calor. Sin duda, de las cosas más emocionantes que hicimos el miércoles fue visitar el estadio donde terminaría la maratón:




Increible el estado de conservación del mismo, pareciendo que el tiempo se había detenido en 1912. Increible también poderse echar una foto en la placa de los 83 records y en la placa conmemorativa de los 100 años de su inauguración en los JJ.OO de 1912:




No os cuento todo lo que hicimos porque no a lugar y escapa al objeto de mi blog, por tanto, entro en materia. El día D amaneció peor, si cabe, que el viernes. Tras haber dormido mis ocho horas de un tirón, algo que conseguí gracias al cansancio acumulado del día anterior, lo primero que hice al levantarme fue acercarme a la ventana de la habitación del hotel y ver como estaba el día. Las previsiones no se equivocaban, más viento, más agua y una temperatura que dificilmente iba a superar los 4 grados durante la maratón. Bajé a desayunar y me hinché de tostadas con todo tipo de mermeladas, zumos y frutos secos. Eran las 09:00 horas y todavía tenía por delante 3 horas hasta la salida. Preparé todo lo necesario para la bolsa, básicamente ropa limpia, me puse tiritas en los pies y en los pezones, agarré el dorsal con los imperdibles en la camiseta y me eché reflex en las zonas más "susceptibles de molestias". Mi mujer fue después que yo a desayunar y cuando volvió nos fuimos a la zona habilitada para los corredores. Hacía mucho frio y aire, como he dicho antes y se quitaban las ganas de correr. Al llegar al área habilitada entramos en la carpa donde el día antes habíamos recogido los dorsales. Podéis ver la foto en la que salimos Marisol Gijón, Gregorio Sánchez (otro muy buen corredor de Puertollano) y yo:


La carpa estaba abarrotada de gente, que prefería prepararse allí antes de pasar frio. Dentro me coloqué el chip, y haciendo caso omiso a mi instinto me lo até con los cordones sin usar la banda de papel plastificado que se enganchaba en la zapatilla. Estuvimos andando entre la gente al menos 30 minutos y cuando quedaban algo más de una hora fuimos a la zona habilitada para dejar la bolsa. Yo ya me había puesto una improvisada bolsa de basura, que pedimos en el hotel, a la que Mercedes le había hecho dos aberturas en los brazos y otra en la cabeza. El caso es que al dejar la bolsa en la zona de mi número y volver ya no encontré a mi mujer, primer despropósito. Por tanto no me pudo echar la foto de rigor. Volví a entrar a la carpa hasta que me aburrí y volví a salir. Me dirigí hacia la zona de salida y hacía tanto frío que iba tiritando. Como aún quedaban 45 minutos me arrimé a un puesto de perritos calientes donde al menos me calentaba un poco. No hacía más que pensar que había estado esperando 10 meses para esto y la voz de mi madre diciéndome una de sus frases más celebres repicaba en mi cabeza "No eches cuentas hijo mío, que luego no salen".







Cuando quedaban unos 30 minutos fui a los cajones donde ya había gente tratando de calentar, si eso era posible. Había pocos que fuesen sin bolsa improvisada encima, o sin chubasquero, o bien arropados. Enseguida me dí cuenta que en el cajón C, el mío, y al resguardo de un edificio, había por lo menos 40 personas todas juntas dándose calor. Ese era el panorama. Me acerqué a ellas y estuve tratando de no pasar mucho frio, pero cuando venía una racha de viento la lluvía empapaba y os aseguro que el agua estaba helada. Cuando quedaban unos 15 minutos me fui del edificio y me dirigí al cajón, donde ya había bastante gente. Traté de estirar un poco, saltar, moverme, todo para no salir demasiado frio. Ciertamente había ya bastante gente agolpada lo que nos resguardaba bastante. El speaker comenzó a animar nombrando países y comencé a emocionarme y a olvidar que todo estaba saliendo mal. Sin darme cuenta comprobé como quedaban 5 minutos, me quité la bolsa de basura y me quedé congelado al instante. Al poco rato comenzó la cuenta atrás y sonó el disparo...




No hay comentarios :

Publicar un comentario