El domingo por la mañana tras ir a ver cómo estaba mi madre, Merche y yo salimos a correr. Tenía unas especiales ganas de mover las piernas, de alejarme de la muerte, de sentir la actividad, y de sentirme haciendo un homenaje a la actividad que acompañó a mi padre durante tantos años. Nos fuimos mi mujer y yo por la Carretera de Daimiel hasta coger el camino que nos lleva a la hilera de tinajas y de ahí al cruce para tomar a la derecha hacia el Hotel el Hidalgo. La idea había sido otra, la de ir a Finca Castellanos, quizá con cierto ánimo de querer sufrir físicamente un poco y así contrarestar la ausencia. Sin embargo el calor y el hecho de no llevar agua con nosotros me hizo cambiar de idea y acortar el circuito. Llegamos bastante deshidratados al Hotel el Hidalgo, y allí nos refrescamos, cuando casi llevábamos 11 kilómetros. Merche iba un poco justa, pero el entreno estaba siendo bueno para ella con un ritmo bastante adecuado a su preparación. El regreso por la vía de servicio se hizo dura para mi mujer pero cumplió. Hicimos unos buenos 17 kilómetros en una hora y cuarenta minutos.
RELATOS
Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.
domingo, 30 de julio de 2017
DOMINGO 23: LA VIDA SIGUE Y YO LA VIVO CORRIENDO
Publicado por
JAVIER AYUSO
en
12:46

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Etiquetas:
ENTRENAMIENTOS
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