RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 3 de julio de 2017

DESDE EL MARTES 19 AL VIERNES 23

Aquella semana fue atípica teniendo en cuenta que el domingo partía a Chile y mi cabeza estaba en eso. En cualquier caso había que aprovechar el buen ritmo de entrenos y cerrarla lo mejor posible, a sabiendas de que en el extranjero poco podría correr, como así está siendo.

  1. Martes 20: aquel día hacía un calor horrible, y en tal guisa decidimos ir a correr por la noche, después de la cena. Esto tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes; más fresquito, eso sí, pero mayor riesgo de indigestión, y eso ocurrió. Nos fuimos callejeando hasta la Salida del Cementerio, es decir, la Carretera de San Carlos y en mitad del paseo pudimos ver como había un matrimonio tratando de echar del borde de la carretera a un erizo, quizá la primera vez que veo uno en mi vida, y mira por donde, hay en Valdepeñas. El ritmo horrible porque iba como en una nebulosa, con un considerable mareo, hasta el punto de decirle a Merche que no fuera tan rápido. Sin embargo, cuando cogimos el camino que sube hacia el Peral el malestar se me fue y comencé a coger ritmo hasta advertirme mi mujer que íbamos demasiado rápido. Bajamos bastante rápidos hacia el Camino del Peral y fue entonces cuando comenzó a agarrárseme un molesto dolor de estómago. En cualquier caso pude soportarlo sin más y cerrar los casi 11 kilómetros de manera positiva, hicimos 1 hora y cuatro minutos.
  2. Miércoles 21: seguía la ola de calor, que parecía no querer abandonarnos. A eso de las 19 horas me armé de valor y dispuesto a pasar calor. Cogí el carril bici con una desgana considerable, no iba bien, falto de fuerzas y sin ritmo, y cuando llegué a la zona del cementerio tomé hacia la izquierda y cogí el camino de regreso para en seguida girar a la derecha e ir hacia el aeródromo. Desde ese momento comencé a realizar cambios de ritmo cortos, pero fuertes, y la verdad es que mis piernas espabilaron. Regresé por el Carril del Yeso y de ahí a casa, unos 8 kilómetros y medio. Merche, por su parte, salió a correr con Jorge, que parece que en estas últimas semanas se está animando a correr, e hicieron unos 8 kilómetros.
  3. Jueves 22: teníamos previsto salir a correr por la noche, pero mi mujer estaba desganada, así que a última hora decidimos salir a correr por la mañana.
  4. Viernes 23: me levanté pero Merche no me acompañó, así que me fui bien temprano disfrutando del fresquito y preguntándome por qué no madrugo más asiduamente. Tomé el Camino de Membrilla y en el casi 4 giré por un camino a la izquierda, pero pronto descubrí que me quedaba sin camino y tocaba ir por terreno labrado. Alcancé el camino intermedio entre el de Membrilla y la vía de servicio y luego giré por el camino de los cerros de la aguzadera, llegué a la vía de servicio y de ahí a casa. Sin grandes sensaciones, pero al menos iba suelto. Unos 10 kilómetros. Pero en la cabeza ya llevaba la idea de doblar y así compensar la no salida del día anterior, y eso hice, a la hora de comer en Manzanares, con un considerable calor cuajé un circuito de unos siete kilómetros y medio que completaban estupendamente la semana.
He de decir que conforme ha entrada el calor y se alejan las competiciones pasadas mi cuerpo ya no va como en mi mejor momento de forma, pero ahora se tratará de mantener el estado lo mejor posible. En cualquier caso cerré la semana con 71 discretos kilómetros, pero en unos días difíciles por la climatología y por tener la mente pensando en mi viaje de la semana siguiente

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