RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 9 de enero de 2017

DOMINGO 8: AHORA VEO LEJOS CASTELLÓN

Comimos en la ciudad que vio crecer a mi mujer y tras una corta digestión salimos a hacer el circuito que lleva por la vía verde a la Estación Linares-Baeza para regresar por la carretera. Hace una temperatura estupenda y el solecito calienta, así que no pienso en el susto del día anterior, porque además no noto apenas molestias. Salimos y en las primeras zancadas soy optimista, no me encuentro mal. Por la vía verde, pendiente a favor nos vamos lanzando a buen ritmo, en eso consiste este entreno: que Merche coja ritmo hasta el kilómetro 7 cuando ya se llanea y luego toca la segunda fase, las fuertes subidas. Todo va bien, no siento la zona cargada, voy suelto, pero no quiero forzar, sin embargo en el kilómetro 4,5 las sensaciones van dejando se ser tan buenas, y comienza el hormigueo que había sentido el día anterior. Tanto es así que en un punto cercano al 6 decido parar y estirar, no me gusta lo que estoy sintiendo y el pesimismo me invade, comienzo a pensar que no podré correr la Maratón de Castellón. Unos metros más adelante el dolor se torno eléctrico y sube hacia el glúteo, no es punzante pero indica una clara carga, así que bajo el pistón y desde ese momento vamos correteando a un ritmo mucho más suave, de forma que de vez en cuando tengo que parar a estirar por que las molestias son insostenibles. Lo peor está por llegar cuando toca subir, porque la pierna se me queda medio tiesa y me recuerda a las sensaciones sufridas en la Maratón de Málaga. Estoy padeciendo y quiero llegar a casa de mis suegros cuanto antes, Merche me propone andar pero yo no quiero tardar mucho en llegar, así que corriendo de punteras, sin talonar voy más cómodo y consigo subir todo el cuestón hasta la Avenida de Úbeda a la entrada de Linares, pero eso sí, llegado al llano no puedo seguir y ya el resto del recorrido lo hacemos andando, mi pierna no da para más.

Ya en casa de mis suegros compruebo que no puedo estirar en noventa grados, siento un dolor horrible al hacerlo, pero al tacto no siento dolor, sí carga. Ya en Valdepeñas intento estirar y apenas lo consigo, cuesta bastante. Así que tomo decisiones rápidas: no correr en Castellón y parar, para cuanto sea suficiente, si soy capaz de hacerlo, ¡no quiero romperme!, eso si no me he roto ya; aunque a día de hoy no veo hematoma.

Merche por su parte se encontró bien, y me temo que todo esto mío puede afectarle en su recta final a Castellón


No hay comentarios :

Publicar un comentario