RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

SÁBADO 3: EL INICIO DE UNA SEMANA DURA CON UN ENTRENO TOTALMENTE OLVIDABLE

Habíamos programado una tirada bien larga para el domingo y estuve dudando entre si salir o no el sábado a correr. A Merche le habíamos eximido de tal obligación ya que bastante iba a tener en la jornada dominical. El caso es que sin mucha decisión y con pocas ganas salí a correr en aquella calurosa tarde, otra más de las muchas que llevamos de altas temperaturas. Cogí el carril bici desde su inicio en el pueblo hasta su final y desde ahí cogí el camino que bordea y que acaba derivando en la ampliación del cementerio y en definitiva en la Carretera de San Carlos. Circuito corto, de los que solía hacer cuando esto de correr era para mi un hábito dominguero que practicar una o dos veces a la semana y sólo por no estar siempre sentado. De alguna forma, el entreno me recordó a aquellos días en los que no era ni me sentía corredor. El regreso por la carretera no fue más emocionante, de hecho se me hizo hasta algo pesado. Llegué a casa cuando estaba a punto de anochecer y la idea de salir a dar una vuelta (son las Fiestas del Vino de Valdepeñas) de desvanecieron cuando Mercedes me dijo que no tenía ganas. 8 kilómetros que no sé muy bien para qué sirvieron más allá de acumular distancia en la semana. Eso sí, al día siguiente tocaba entreno bien largo: pretendía convertir a mi mujer en ultrafondista (entendido como tal aquel o aquella que cubre una distancia superior a una maratón).


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