Con Mercedes encarrilada desde hace unas semanas, motivada de cara a sus dos próximos retos, no costó convencerla de que el sábado nos tocaba ir a hacer una media maratón. Como no apretaba mucho el calor decidimos ir sin agua, ni geles, ni ná de ná, convencidos de que mi mujer ya está preparada para esas batallas. Así fue como agarramos la vía de servicio de la AIV hacia Madrid, larga y aburrida, y más si tenemos en cuenta el ritmo (más o menos a 6´el kilómetro) y las molestias en forma de carga que me acuciaban. Llegamos a la gasolinera Shell en el 8 y pico y allí nos mojamos los labios en la fuente y cogimos el Camino Carretas, el largo camino que tantas veces he recorrido en sus diversos tramos. Yo cada peor y Merche yendo bien, sin problemas. Llegamos al Peral y no hicimos parada técnica sino que continuamos directamente a casa. Eso sí, en el carril bici, a poco menos de 3 kilómetros de nuestro destino paramos a beber un poco de agua porque notábamos la deshidratación. Los últimos kilómetros se me hicieron muy desagradables porque tenía molestias importantes en la cadera y en los glúteos, también algo en la pelvis. Estaba claro que me había pasado con la sesión del día anterior.
Nos salieron 2 horas y 4´ para casi 21 kilómetros. No está mal teniendo en cuenta que Merche se lo había tomado con total calma.
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