Me encontraba magnificamente bien de piernas el domingo. Y es que lo del sábado me sentó muy bien. Además estaba muy contento con mi cintura, creyendo que lo del alta médica autoproclamada no iba muy desencaminado al final y que mi pubalgia es menos mía que nunca. Pero de cabeza la cosa no anda tan bien, con un estrés laboral que roza lo inaguantable y que provoca que los fines de semana sean duros también, y como el sábado por la tarde habíamos ido de compras a Ciudad Real, todo el trabajo acumulado se quedó para el domingo, osea que tocó volverse a levantar a las 06:00 de la mañana para currar en el despacho. Apenas descansé en todo el día, allá arriba en la buhardilla y a las 19 horas me vestí y salí a cumplir con mi 17 entreno sin descanso, algo impensable para mi hace tres semanas (cuando la anarquía se adueñaba de mis hábitos). Cogí el circuito de algo menos de 9 kilómetros de los Cerros de la Aguzadera y metí caña; me sentía fuerte, me sentía bien, así que aproveché para apretar un poco, y lo hice sin crono, para no agobiarme. Acumulaba de esta forma 34 kilómetros en ese fin de semana y dispuesto a firmar otra semana con más de 80 kilómetros, a poder ser sin descanso alguno.
Por otra parte, Merche se había ido a correr al mediodía y había descalentado un poco haciendo unos 7 kilómetros. Ella también había hecho bien sus deberes ese fin de semana. ¡Ha regresado la motivación a nuestras vidas!.
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