RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 10 de marzo de 2016

LUNES 7: LA COSA MEJORA UN POCO

El lunes por la noche, más fruto de la obligación que de la devoción, me volví a calzar las zapatillas con la esperanza de que me saliera una sesión mejor que la del domingo. Me dolían las piernas, como si tuviera agujetas y aún así mi idea principal era que a lo largo de esta semana pudiera entrenar casi todos los días, aunque fuese de forma suave, de cara a la maratón de montaña del domingo, y con el fin de recuperarme lo mejor posible de la gripe de la semana anterior. Desde el primer instante en el que dí las primeras zancadas tuve sensaciones menos agrias que las últimas, y eso era ya una victoria. No estaba dispuesto a realizar un entreno muy largo, y menos en noche tan fría, así que subí por el Camino de Membrilla para luego coger el camino que me lleva a mi circuito de los Cerros de la Aguzadera. La lluvía del día había dejado los caminos embarrados y anduve patinando en varias ocasiones, pero no me importó mucho. El regreso por la vía de servicio me sirvió para comprobar cúanto me puedo asfixiar por culpa de que mis vías respiratorias están colapsadas. Desde la falda del cerro bajé hacia la Avenida de las Tinajas y una vez allí cogí dirección hacia el Parque Cervantes; no es que estuviera saliendo un magnifico entreno, pero al menos algo habíamos mejorado y esto me permitía ver con algo menos de pesimismo el tute que tengo para el domingo en Cabeza de Vaca, Badajoz. Me salieron algo más de 10 kilómetros hechos a un ritmo algo mejor que en los dos días anteriores. No estoy curado pero al menos voy progresando.


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