RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 14 de enero de 2016

SÁBADO 9: EXTRAÑO DOBLAJE EN DOS SESIONES PARECIDAS

El sábado pasado comenzaba una más de esta larga lista que conforman las semanas de entrenos desde que comencé a correr de continuo, sin parones, allá por verano de 2010 (salvo uno de 14 días en diciembre de 2013 por la rotura de isquios). Sé que ha llovido mucho desde entonces, y soy consciente de que he pasado por diversas etapas bien diferenciadas, y por momentos dulces, otros no tan dulces y algunos incluso desagradables y para olvidar...Me quedo con todos, todos me valen porque todos conforman mi historia como corredor. Sin embargo creo que es bien sabido que últimamente no paso por mis mejores momentos (ya me encargo de airearlo a través de este blog). Mi profunda autodecepción unida a esta lesión que menoscaba mi ánimo lleva a que cueste seguir este ritmo que hace tiempo que me autoimpuse. De hecho, la idea de no competir hasta que no cambie este statu quo está bien, pero topa con una dificultad: si no compites cuesta más tener motivación en los entrenos por lo que se hace más complicado calzarse las zapas cada noche. Esa es la situación, me guste o no me guste, le importe o no le importe a alguien. Pero aquí sigo, Don R que R haciendo más de lo mismo, y por supuesto, contándolo a través de este medio.

Amaneció un nuevo fin de semana pero no se despetaron las ganas, así que el día 9, al mediodía, con un viento terrible me fui hacer una salida, que no me atrevo a calificar de tirada, de unos 12 kilómetros y medio. Me acerqué al Cerro del Ángel y desde su falda subí dos veces seguidas a un ritmo que trataba que fuese más vivo de lo que realmente acababa resultando. Tras las dos subidas y sus correspondientes bajadas cogí la vía de servicio para pasar por el camino de detrás de los cerros de la Aguzadera, sin chispa, a un ritmo medio y con la cintura a punto de cargarse de nuevo. Noté las primeras molestias ya bajando por el Camino de Membrilla, justo cuando comencé a imprimir un ritmo algo más alegre. A poco más de un kilómetro de casa noté una carga grande donde siempre me da últimamente y decidí parar y estirar (esos segundos sientan bien a mi lesión pero mal a mi coco, porque cuando esto ocurre siento que estoy hundido). Tras esto llegué a casa otra vez con la sensación de haber hecho otro entreno que había servido para bien poco.

Aún me quedaba la tarde, la cual había reservado para salir con mi mujer. Elegimos un circuito en Las Virtudes.



Dejamos el coche al lado de la fuente, a unos metros de la preciosa Plaza de Toros Cuadrada


La primera parte del recorrido era menos abrupto y también algo menos interesantes, pero hacia una buena tarde e íbamos disfrutando. Curiosamente yo iba con menos molestias de las que había ido sufriendo unas pocas horas antes. Tras coger un corto tramo de carretera nos pusimos a subir por los montes anexos al paraje y ahí fue donde Mercedes lo pasó peor, porque sus piernas lo notaron. Luego cogimos una senda que ya conocíamos de cuando en noviembre hicimos una tirada por la zona y de nuevo nos pusimos a subir por otro monte, en este caso, la parte más dura de la sesión, pero Mercedes aguantó bien. Tras la subida, seguimos la senda acercándonos a la zona donde se declaró un incendió el pasado agosto que devastó 150 hectáreas de monte bajo, básicamente pinos y encinar silvestre. Así que poco disfrutamos de la parte verde y húmeda, con liquenes incluidos, ya que el paisaje se nos tornó dantesco (antes del incendio estoy seguro que era una zona preciosa para correr). Tras 15 minutos corriendo por la zona quemada dejamos por fin tran triste panorama y regresamos al verde, para poco después llegar a las inmediaciones de Las Virtudes, tomar a la izquierda y rodear el cerro aledaño. Para terminar bajamos por una senda que se acabó convirtiendo en camino para darnos de bruces con la ermita y con la plaza de toros. Habíamos terminado nuestro bonito recorrido (y más que lo hubiese sido de no ser por el desgraciado incendio), y lo habíamos terminado a un ritmo discreto de 6´32´´ pero por una orografía complicada para sacar buenos tiempos, y con una distancia de 12400 metros.

Así, entre mañana y tarde había logrado realizar 25 kilómetros, habiendo conseguido endulzar un poco el sabor amargo del mediodía con esta bonita sesión vespertina. Merche se encontró bien, aunque la rodilla le dió un poco la lata en algún momento.



No hay comentarios :

Publicar un comentario