RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 17 de noviembre de 2015

SÁBADO 7: QUIZÁ EL MEJOR ENTRENO JAMÁS HECHO POR MERCHE

En esto de preparar una maratón no sólo cuenta cómo hayas entrenado, también hay que trabajarse la confianza y la autoestima. Nos faltaba esa tirada larga que permitiera a mi mujer coger confianza de cara a su segunda maratón. Recuerdo que en julio, tres semanas antes de Helsinki, la convencí para que hiciera conmigo el entreno oficial de la Madrid-Segovia, que discurría entre Cercedilla y Segovia, un total de 36 kilómetros muy duros que aguantó como una jabata subiendo a la Fuenfría sin andar. Tras esto se disiparon las dudas y quedó despejado el cielo: Merche podría aguantar la Maratón de Helsinki, y así fue....

Pues bien, para Málaga necesitábamos algo similar, quizá no tan largo ni tan duro, pero la situación requería un entreno de esos que siempre pudiésemos recordar y con el que ella cogiera kilómetros y confianza a partes iguales. El viernes por la noche me esmeré en mi ordenador buscando un circuito que cubriese nuestras expectativas pero no lo hallé. El sábado por la mañana me puse de nuevo manos a la obra, sabiendo que no saldríamos a correr hasta después de comer para así aprovechar el solecito de noviembre. Lo encontré de casualidad: ¡vaya dulce casualidad!, pero lo tuve que crear, no me aproveché del trabajo de otro runner o biker. La idea era ir a Bazán, un pequeñita aldea de colonos a unos 10 kilómetros de Santa Cruz de Mudela, dejar alli el coche e ir por caminos y algún tramos de carretera secundaria a Las Virtudes, un paraje muy bonito por el cual nunca habíamos corrido. Desde ahí regresaríamos por otros caminos a Bazán, volviendo a atravesar la AIV. Casi 27 kilómetros tenían la culpa. El caso es que tras la comida cumplimos el guión y llegamos a Bazán a eso de las 15:55, con la comida aún digiriéndose. Mal había comenzado el tema porque nos habíamos dejado el frontal en casa y no me salían las cuentas: o corriamos bien rápido o se nos haría de noche regresando, ¡vaya tela!; pero aceptamos el reto así que le dí a "inicio de recorrido" a mi Garmin (tenía grabada la ruta que previamente había creado en la wikiloc). Comenzamos a correr por el carreterín semiasfaltato, una recta sin una curva que nos llevaba hacia la AIV, y pronto comprobamos dos cosas: que hacía calor de más y que afortunadamente a Merche le iban las piernas. A un ritmo cercano a 6´, la mayoría por encima unos segundos, fuimos consumiendo minutos y kilómetros, casi siempre picando hacia arriba
















El paraje sin ser muy bonito, al menos era distinto, sin vides, y eso siempre ayuda a cambiar el chip y que todo se haga más ameno. Llegamos no sin cierto calor a la zona donde teníamos que atravesar la autovía, en donde se haya el Hotel las Canteras y el Restaurante "El Puente"

 

Y de ahí cogimos la carretera que nos llevaría a Las Virtudes, que se veía en lo alto de una verde ladera. Estos fueron los kilómetros más duros, sin duda, porque había que subir unos 100 metros yendo por dicha vía asfaltada, y el calor no ayudaba, pero a Mercedes le iban las piernas e íbamos clavando buenos ritmos sin que decayesen las fuerzas. Alcanzamos las virtudes y una magnifica fuente de agua muy fría allá por el kilómetro 13, la cual podéis ver en la imagen, sin trampa ni cartón, ¡agua fría y rica de sierra en plena Mancha!


Allí nos refrescamos brevemente y partimos para seguir nuestra ruta por el carreterín que subía, aunque pronto cogímos un camino muy bonito hacia la derecha, lleno de vegetación de monte bajo: la ruta de Carlos V, preciosa de verdad, y curioso no poder encontrar fotos en la red. Pero pronto me dí cuenta de que me había dejado las gafas de sol en la fuente, asi que paramos, me quité la mochila y regresé corriendo hasta la misma, sintiendo que las piernas me iban, lo cual me hizo sentir bien (un sentimiento bueno entre tanto malo después de tantos meses amargos no viene mal). Llegué a la fuente justo cuando una madre y su hijo se iban de la misma, y alcancé justo para preguntarles por mis gafas: no hubo problema las llevaba ella en la mano y me las dio gustamente. Regresé a buen ritmo pese a la pendiente y allí estaba mi mujer esperando. Habíamos perdido unos minutos preciosos lo que me llevaba a temer que se nos haría de noche antes de llegar a Bazán. Nos pusimos a correr y a disfrutar, pero a disfrutar de verdad. Yo sin molestias de ningún tipo, ella igual, no le molestaba nada. Las cuestas costaban pero gustaban y el paisaje era para grabarlo. Cayeron los kilómetros por esta zona, el 14, 15, 16, y a partir de ahí a bajar y a disfrutar, se habían terminado las cuestas. En el 20 se terminaba el camino y cogíamos la vía que nos llevaba a cruzar el puente por encima de la autovía. Íbamos picando kilómetros a 5´35´´, 5´40´´ y las piernas estaban a tono, así que ¿qué más podíamos pedir un sábado por la tarde?. Cogimos el camino que nos llevaría a Bazán con mucha fuerza y muchas ganas, y la luz comenzó a desaparecer pero pronto alcanzaríamos el carreterín que nos llevaría a Bazán y que conocíamos del inicio de nuestra ruta. Cogimos éste casi en el 22, y de ahí la larga recta casi siempre bajando, donde Merche echó el resto y no permitió que el ritmo decayese. Conseguimos llegar a Bazán con la línea rojiza del horizonte difuminada por la profunda oscuridad. Apenas acertábamos a ver los baches del carreterín, pero éramos felices, ¡ya era hora!. Llegamos al coche 2 horas y 39 minutos después de iniciar nuestro camino (sin contar los minutos que Mercedes estuvo parada mientras yo iba a por mis gafas). Nos refrescamos en una fuente que había en la placita, esta misma que se ve en la foto:


Mercedes había corrido como una campeona a un ritmo medio de 5´59´´ con una desnivel positivo acumulado de 210 metros, haciendo los últimos 12 kilómetros a una media por debajo de 5´40´´. Estábamos muy contentos y sobre todo ella había recuperado la confianza necesaria para su reto de Málaga. En lo que a mi respecta, había hecho unos 28 kilómetros en los que mi pubalgia apenas me había comentado nada y el tendón había aguantado bastante bien tanto machaqueo.








 


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