RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 29 de noviembre de 2015

LA SINFONÍA LLENA DE ALTIBAJOS QUE SUENA EN MI HISTORIA CORRIENDO

Hoy por la mañana le saque brillo a este blog, dándole un uso que para mi es donde estriba uno de sus tesoros: tiré de hemeroteca para rememorar los días pasados.

He de correr mi primera maratón. Después ya dará igual lo que haya ocurrido

No está para mi de más resumir lo que aconteció: en junio de 2012 había corrido mi primera maratón en Estocolmo, una dura batalla de frío, viento y lluvia que creo que la superé bien pese a la inseguridad que llevaba en la línea de salida; me inauguré como maratoniano con un 03:21 y supe lo quién es el tio del mazo allá en el 37, pero por lo demás fue una experiencia inolvidable. 

¿Y si miro de reojo a las 3 horas?. ¡Pues toma, por mirar de soslayo!
Salí tan reforzado de ella que nada más terminarla me inscribí a la Maratón de Valencia, para noviembre de ese año. Entre junio y octubre los progresos fueron evidentes, aunque también tuve altibajos: bajé mi registro en media maratón de 1 hora 27 a 1 hora 25 (Media Maratón de Alcázar), en junio había bajado por primera vez de los 40 minutos en un 10.000, haciendo 39:32 en la dura prueba de Piedrabuena, y tras un plan exhaustivo, quizá el mejor planificado y el que con más dedicación ejecuté, me planté en la tierra de las naranjas con un buen tono y dispuesto a rebajar considerablamente mi marca escandinava. Pero pequé de dos cosas: de avaricioso y de inexperto en maratones, por partes iguales. En un día de temperaturas algo altas y mucha humedad me fui a la aventura yendo cerca del globo de las 3 horas. Era una auténtica aventura la que estaba emprendiendo tratando de bajar mi marca en 21 minutos y tan sólo en 5 meses de mi primera maratón. Realmente se dio uno de los escenarios más negros de los que podían darse: en el 39 parado, tocado y hundido, con colapso muscular, ambulancia, electrolitos y tres horas y pico después con el alta en la mano (ver entrada en mi blog "No bajé de las tres horas en la maratón ni en el hospital". Los días posteriores a esa catastrófica experiencia fueron de reflexión: ¿podía correr maratones?, ¿qué me había pasado?. Mi mujer estaba atemorizada y hasta me llegó a aconsejar que no volviera a intentar la distancia de Filipides. En esta guisa, muscularmente muy cargado tiré por la calle de en medio y seguí entrenando como si nada hubiera pasado, me vinieron serios problemas de cintilla iliotibial y no me digáis por qué razón decidí correr el 10.000 de Daimiel. 

Y de sorpresa, así como sin querer ocurrió algo muy importante
Cuando uno se mata entrenando sin saber hacia donde va, esperas que de vez en cuando obtengas una auténtica satisfacción. Me planté en la línea de salida sin ideas prefijadas. Casi era como un castigo por haberme retirado en Valencia, por haber acabado en el hospital; sentía rabia. Y esa rabia bajó hasta mis piernas, y el colapso de Valencia parece que me hizo más fuerte. La cintilla no me dolió y a cambio me sentí volar, corriendo como no recordaba haber corrido, suelto, ligero, volando y todo sin costarme. Ese día bajé mi marca en 10.000 en 2 minutos y 20 segundos, machacando la conseguida tan sólo 5 meses y medio antes. Todo esaba sucediendo demasiado rápido.

¿Y si voy a Castellón y pruebo otra vez en la maratón?

Tras Daimiel me animaron a que me inscribiese a la Maratón de Castellón, que tendría lugar el fin de semana siguiente, y tan sólo tres semanas después de la ecatombe valenciana. Me inscribí, con el beneplácito de Mercedes justo 15 minutos antes de que se cerrase la plataforma de pago y la conversación previa a dicha inscripción es quizá la que determinó lo acontecido en los meses y años siguientes, tanto para mi como para Mercedes. Nos tirábamos a la piscina y nos arriesgábamos rezando para que no me volviera a ocurrir lo de la capital del Turia. Esa maratón fue mágica, no sólo la carrera, también el viaje relámpago, la emoción, el miedo, poner en el tablón de deseos que quería un 3:04.. Las sensaciones corriendo fueron indescriptibles en la maratón más irregular que he corrido en mi vida y que probablemente correré: salí reservón, fui a más, me acerqué al globo de las 3 horas, luego lo dejé escapar y entre el 26 y el 37 corrí a ritmos que proyectaban bajar de las 3 horas. Pero el cansancio me llegó justo al final y me costó terminarla, eso sí, lo hice en 3:04, justo lo predicho, y la alegría era difícil de describir

La primavera mágica de 2013

Desde lo de Valencia, con el trauma que sufrí allí, es como si mi cuerpo se hubiera hecho más fuerte. Enero fue duro preparándome la Maratón de Roma y febrero me trajo alegrías en sendas medias maratones en las que bajé mi marca por partida doble: Maratón de Torremolinos 1 hora 23:55 y Media Maratón de Valdepeñas 01:21:46. Todo iba viento en popa, y me dejé llevar sin forzar más hasta el día de la maratón romana. A decir verdad no esperaba rendir tanto como en Castellón, no esperaba nada, tenía mucho miedo al suelo de adoquinado, pero fue darse la salida y comencé a disfrutar. Salió lo que se conoce como la carrera perfecta, de la que no cambiaría nada; llegué con fuerza y con el sueño haciéndose realidad 2 horas 58 minutos. Aprovechando la coyuntura corría un 10.000 en Minaya dos semanas después y con mucho viento y el estómago deshecho conseguía mi mejor marca en esa distancia 36:32. ¿qué más podía pedir?

Y la ambición trajo el declive

Es como si hubiera olvidado lo que había sufrido para llegar hasta donde había llegado. Zapatillas más ligeras, ambiciones y ensoñaciones, pero no iba a durar tanto el sueño. En mayo me ví en la antesala de la lesión que tanto me iba a degradar los meses siguientes: los isquios de la pierna derecha estaban a punto de reventar. Aún así corrí la Media Maratón de Almagro jugándome la rotura y consiguiendo una muy buena marca allí 01:22. Era cómo si durase el disfrute, de forma que incluso lesionado rendía. Pero todo eso me pasó factura, los isquios comenzaron a quejarse, además las ultras llamaron a mi puerta, y eso me descentró. a finales de noviembre me rompía en la Media Maratón de Benidorm, pero decidía correr la Maratón de Málaga con un gran riesgo. En Málaga me rompía definitivamente los isquios pero decidía terminarla corriendo casi 30 kilómetros a la pata coja. Por llegar a tiempo a Sevilla forzaba una recuperación para poder estar a punto en febrero, y como no llegaba bien a esa cita pero aún así tenía demasiado presente mi éxito en Roma ocurría lo que tenía que ocurrir: ecatombe casi tan grande como la de Valencia, pero en esta ocasión conseguía terminarla aunque muy muy tocado en 03:30 minutos. 

Tras Sevilla me di cuenta de quién era

Sevilla supuso un antes y un después como lo había supuesto Valencia. Y es que de los fracasos es de lo que más se aprende. De nuevo, como en aquella ocasión tuve que decidir si volvía a correr alguna maratón más. Pero el mortal que ha sido encantado por esa distancia dificilmente la abandona. En ese 2014 hay pocas cosas que reseñar, marcas alejadas de mis mejores registros y eso sí, una magnifica Madrid-Segovia que no olvidaré jamás. Aunque noviembre me iba a deparar un gran reto: regresar a Valencia a terminar aquello que había dejado a medias. Sin mucha convicción, algo de miedo, y una preparación que para nada me permitiría acercarme a las 3 horas corrí nuevamente en tan preciosa ciudad, y en esta ocasión la experiencia no terminó tan mal. Susto incluido en los isquios nuevamente, pero todo quedó en eso, en un susto, y pese a ir a buen ritmo gran parte de la carrera, finalmente sucumbí y sin ser un calvario no conseguí una buena marca: 03:12. Pero me había desquitado.

Y llegó 2015: el año de la indefinición

Tenía esperanzas de que 2015 fuese un año bueno, y la verdad es que desde enero a abril me lo curré bastante. Había cogido bastante buen estado de forma, tanto que en la Media Maratón de Bolaños conseguí un buen registro 01:22 largas. Ese año fue también el de la consolidación de mi mujer en esto del running, con lo cual tuve de decidir si echarle un cable o ir por libre e hice lo primero, lo que tenía que hacer. En agosto teníamos la primera maratón de mi mujer, Helsinki, y yo estuve allí, desde el principio hasta el final con ella, codo con codo. Ha sido el año de sus molestias y lesiones, el año en el que desde junio la pubalgia me ha venido a visitar; el año de la Madrid-Segovia como reto para bajar de las 11 horas, y en el que mordí el polvo pero la conseguí terminar. Y en estos últimos meses está siendo el de la preparación de la segunda maratón de mi mujer en Málaga. Yo habría querido correrla yo solo, como quería hacerlo en Helsinki, pero no me arrepiento de haber disfrutado con ella allí, aunque como no me veo a ritmos altos, he sido cobarde y me vuelve a seducir la idea de disfrutar con su reto. Así ha pasado este año con una media maratón disputada, un trail de 18 kilómetros a tope, y una ultra a tope, el resto de competiciones han sido con ella, a medio gas.

Pero esto debería poder cambiar

Y aquí me encuentro tratando de salir de mi conformismo y tratando de ganarle la partida a esta lesión puñetera de larga duración. Lo que venga en 2016 está por ver, pero no me gustaría que dentro de un año estuviera escribiendo que 2016 fue pizca más o menos lo que fue 2015.


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