RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 20 de julio de 2015

DOMINGO 12: BATALLA CONTRA EL CALOR. ADAPTACIÓN PELIGROSA

Resultado de imagen de calor y a refrescarse



"Medimos riesgos utilizando la razón pero el corazón nos deja muchas veces al descubierto y nos vemos tirándonos al vacío y sin paracaidas con que cubrirnos"

No cabe otra que actualizar mi cuaderno de bitácoras, que ha estado en estos días bastante abandonado debido a que ha sido una semana de bastante intensidad laboral. No se trata de ausencia de noticias, todo lo contrario, hay bastantes cosas que contar...

Tras el buen entreno Cercedilla-Segovia del sábado 11, le dije a Mercedes que descansara el domingo como era lógico y necesario. Su cuerpo le había tratado bien en esta ocasión y no tenía secuelas importantes del importante esfuerzo realizado. Yo en cambio me encontraba muy bien, casi como si no hubiera corrido, así que había que meter unos puntos de intensidad en la sesión matutina. Sin embargo no lo hice demasiado bien ya que no madrugué y me ví saliendo a correr a eso de las 11 de la mañana, justo cuando en plena ola eterna de calor lo único que apetece es estar cobijado en casa o en remojo en una piscina. Fui por el Camino de Membrilla a un ritmo en progresión, con buenas sensaciones pero con lógico sofoco debido a las altas temperaturas. Me dirigía a la gasolinera que hay en la Autovía AIV en el kilómetro 191, por lo que tenía que recorrer los 8 kilómetros que median entre casa y el cruce entre el camino citado y el Camino Carretas. Alcancé dicho cruce con un ritmo consolidado cercano a 4´15´´ en lo que estaba resultando todo un reto a mi resistencia física. Por un momento pensé que debía ser contraproducente poner a tu cuerpo a trabajar tan a destajo cuando el termómetro ronda los 33 grados, pero por lado pensé que la distancia hasta la gasolinera no era lo suficientemente grande como para preocuparme, y sé a ciencia cierta que mi grado de adaptación es grande a estas alturas. Llegué a la estación de servicio envuelto en un río de sudor y me dí literalmente una ducha de agua más caliente que fría, pero que consiguió bajarme la temperatura corporal. Había recorrido unos 9 kilómetros 300 metros a muy buen ritmo y ahora tocaba afrontar los 8,5 kilómetros que distaban hasta casa con otra filosofía. Reanudé la carrera algo agarrotado pero pronto comencé a sentirme suelto, y aunque no pretendía ya ir tan rápido como antes, me dí cuenta de que fui enganchando nuevamente una buena cadencia y además la brisa daba de cara con lo que no se hacía tan desagradable el esfuerzo. Por tanto fui consumiendo metro a metro en un ejercicio que consideré de ritmo, proyectándome en una maratón, justo en ese momento en el que te ves en el 34 y te toca pelear los últimos 8, pero te sientes con fuerzas como para no sufrir demasiado. Llegué a casa bastante contento, porque había hecho casi 18 kilómetros, no sabría decir en cuanto tiempo porque no conecté el crono, ni falta que hacía. El entreno había sido lo suficientemente intenso como para que sirviera para al efecto; además, lo hacía justo unas horas después de una larga tirada de 36 kilómetros, con lo que tenía doble valor. Así había conseguido realizar casi 54 kilómetros que suponían un buen comienzo de semana.



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