RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 26 de mayo de 2015

SÁBADO 16: ENTRENAMIENTO EN GRUPO EN LAS HOCES DEL GUADALMENA

Llevo un retraso considerable en mi pequeño cuaderno de bitácoras, pero es que en estos días no he dado abasto. El sábado pasado, no este, el anterior, tuve la oportunidad de llevar a cabo un exigente entreno con varios miembros del Extenuación Valdepeñas en las Hoces del Río Guadalmena, justo en la frontera entre las provincias de Ciudad Real y Jaén en el extremo suroriental de aquélla.

El viaje de ida: la pequeña emoción de una nueva aventurilla

Tocó madrugar y a eso de la 07:30 partíamos 6 valientes desde Valdepeñas hacia la zona del Campo de Montiel. La logística era un tanto complicada ya que el punto de salida (Ermita de San Cristóbal) no se correspondía con el punto de llegada (Finca los Robledillos), tuvimos que ir a dejar dos coches a la mencionada finca, para luego volver por el camino, pasar nuevamente por Villamanrique, ir a La Puebla donde recogimos al séptimo luchador de la jornada, Miguel Angel, y de ahí hacia Albaladejo para luego llegar a la citada ermita.




Íbamos hospiciados por Paco Rivas, que conocía el recorrido, y nos aseguraba que en su mayor parte apenas había sido transitado por nadie humano, lo cual hacía más interesante la empresa. También íbamos ayudados por Miguel Ángel que también conocía bien muchos de los sitios que íbamos a recorrer. En esta guisa partimos provistos de nuestras mochilas y cargados con agua (algunos con más que otros), ya que a pesar de que fuésemos a seguir el curso del río Guadalmena, el agua de éste no es potable. Ante nosotros 26 kilómetros de orografía complicada, con constantes subidas y bajadas por los montes entre donde discurre el caudal de este afluente del Guadalimar, (a su vez afluente del Guadalquivir).

Desde la Ermita de San Cristóbal hasta la gran parada técnica del segundo molino

Siempre es emocionante realizar este tipo de expediciones, y eso sin caer en la cuenta de que cualquiera que nos vea pueda pensar que estamos locos. Estos pequeños retos nos alegran la vida y no importa el peaje que haya que pagar en forma de calor, cansancio o deshidratación, siempre se quedan en nuestra memoria los paisajes y el disfrute corriendo por terreno casi virgen, y eso sin hablar del placer que supone el hecho de echar un pulso a la naturaleza casi virgen. Ya desde el principio se podía comprobar que rápido lo que es rápido no íbamos a ir porque nuestro tránsito iba a discurrir la mayoría de las veces por sendas medio borradas, trialeras y en muchas ocasiones iríamos por donde la vegetación estuviera menos poblada y no nos impidiera el paso. Al poco de arrancar pudimos disfrutar de lo que quedaba de un antiguo y en su día grandioso puente romano, que nos dejó impresionados sobre todo cuando lo contemplamos desde arriba. En sus extremos se comproban los vestigios de lo que un día fue la calzada romana, instrumento de paso,  por donde los romanos atravesaban Sierra Morena en uno de sus numerosos pasos.

Aquí tenéis unas vistas de la zona que no están sacadas de internet, sino hechas in situ:






Dejamos atrás los vestigio arquitetónicos de nuestros antepasados y seguimos sorteando montículos de pendiente moderada pero ciertamente exigente. Ya en ese momento comprendimos que junto al calor, el principal enemigo que tendríamos en ese día serían unos inesperados invitados: los pinchos; y es el que el campo estaba bastante seco tras el calor que había hecho en los días anteriores, ciertamente inusual para un mes de mayo. La vegetación se había tornado de tonos amarillentos que ganaban la partida al verde y la frondosidad de las plantas provocaban que al hundir nuestro calzado nos llevásemos consigo todo tipo de espinas, pinchos y otro tipo de vegetación afilada que quedaba enganchada en nuestras zapatillas, calcetines y en un montón de ocasiones clavada en nuestra piel. Difícil pensar que algo tan nimio como tres o cuatro pinchos instalados en tus pies puedan suponer tan tremendo castigo. Para mi fue, sin lugar a dudas, lo más duro de toda la sesión.

A cambio de este inconveniente la naturaleza nos estaba regalando unas magnificas vistas, un estupendo y caudoloso río con una serie de sorprendidos habitantes que nos iríamos encontrando por el camino.

En el kilómetro 5 alcanzamos un antiguo molino en el que aún vivía gente, aunque en ese momento no se hayara nadie. Un sitio privilegiado para convivir con el entorno, y el el último lugar donde encontraríamos agua potable. Habíamos necesitado casi 1 hora para realizar este tránsito, debido a las dificultades orográficas, a las paradas técnicas, en muchas ocasiones para quitarnos los calcetines y realizar una "desinfección vegetal" de los mismos.

Quitandose pinchos...



Un poco de sombra...




Y a seguir...



































Paco Rivas posando contento



Y un momento de parada técnica....




Comenzamos a ver torpes tortugas que nos esperaban tumbadas al sol y que al oir nuestra presencia saltaban de forma precipitada al agua. Y pronto empezaron a dejarse ver corzos, cabras montesas y ciervos que habían bajado desde las colinas a beber agua. Podíamos deleintarnos viendo como nos miraban con la expectativa de quien huele peligro y a cualquier hamago de movimiento por nuestra parte huían de salto en salto hacia refugio allá en lo alto.

En el kilómetro 8 alcanzamos el segundo molino, de nuevo una construcción no abandonada que en esta ocasión contaba con un pequeño porche de madera donde hicimos otra parada más para tomarnos otro merecido descanso.



Desde el molino hasta nuestro inusitado baño en el río.


En este momento dejábamos atrás aquella casa...


Seguimos avanzando a lo largo del recorrido pero sin estar sujetos a la planificación, tan sólo había que continuar el curso del río y sobre la marcha se decidía si para seguir subíamos la loma X que teníamos delante o si en cambio, bordeábamos por el paraje Y que iba pegados a la orilla. A veces nos encontrábamos con alguna dificultad que nos obligaba a dar marcha atrás, incluso alguna valla que había que rodear, o incluso saltar, como acabó ocurriendo en alguna ocasión.

Ejemplo de "salto de vallas" por parte de Miguel Angel.




Pero casi siempre las vistas y el paraje te hacían sentir bien, en un lugar privilegiado que nadie diría que está tan cerca de nuestra seca meseta manchega.




En algunas partes el cauce se ensanchaba dejando una bonita estampa, y todo pese a que en esta época del año y tras no haber llovido lo suficiente el nivel del agua no estaba lo alto que podría encontrarse en otras circunstancias.





En otras el cauce zigzageaba en forma de meandros





Por momentos la cosa se puso más difícil, con zonas de avance más dificultoso y el calor nos obligaba ya a refrescarnos en alguna que otra parada.




Y aquí en una de las paradas técnicas. Se me ve cara de satisfacción..





Y un humilde servidor mojándose el pañuelo para ir más fresquito.




Ahí nos encontramos disfrutando del momento buscando carpas o tortugas o cualquier animal nadador...



Y aquí no puedo ocultar que me encuentro contento...




A unos 3 kilómetros de la zona donde comienza la cola del pantano de Guadalmena, las dificultades comenzaron a multiplicarse, aumentadas por el cansancio de llevar casi 4 horas en marcha.




Aquí tratando de decidir por dónde ir...




Contento pero también acalorado...









David y unos rápidos.





Pero siempre acompañados por las vistas del rio...



Joaquín era de los que no se había traído suficiente agua, y jugaba con el líquido preciado sabiendo que no podía beber a riesgo de tener una tremenda colitis.




Entre pinchos y agua andaba el juego...





Pero casi siempre la naturaleza nos devolvía vistas estupendas pagándonos por el esfuerzo realizado para llegar hasta allí.











He aquí en un momento difícil.



Por fin llegamos a la cola del pantano...




Al final, tras unas cinco horas de esfuerzo, y sorteas zonas muy frondosas llegamos a la zona donde había que cruzar un afluente del Guadalmena y aprovecharnos para darnos un buen y reparador chapuzón.












Último tramo: desde el baño reparador hasta los coches

Tras el baño llevábamos unas 6 horas en ruta y quedaban unos 7 kilómetros de pista casi siempre en pendiente positiva hasta llegar a la finca del Robledillo. Para no rodear e ir de forma más directa tuvimos que saltar, no sin esfuerzo, una valla de una finca privada y cogimos el camino que nos iba a alejar del río para adentrarnos en una cadena de cerros en una zona bastante más alta que la que habíamos estado trayendo. El calor hacía ya mella y la mayoría de nosotros ya no llevábamos agua, como era mi caso. Pero había rellenado mis dos botellitas con agua del río con el fin de irme refrescando. El caso es que alguno de los integrantes del grupo estaba ya bastante tocado y por ello se tomó la decisión de llamar a un familiar de Miguel Angel para que se acercase a recoger a nuestro compañero. El problema era que no había cobertura, así que Miguel Angel y un servidor tomamos la delantera con el fin de ganar tiempo y poder hacer esa llamada que resultaba imposible en la zona donde nos encontrábamos. Esta parte fue más rápida ya que ambos cogimos ritmo, pero también fue dura porque la pendiente no nos perdonaba, y tampoco lo hacían el calor y la deshidratación. Tras unos 3 kilómetros de subida, Miguel Angel volvió a llamar y en esta ocasión si consiguió contactar: su cuñado se acercaría con el todo terreno para llevarnos agua y ayudar a ese compañero que estaba algo peor que los demás. Tras la llamada seguimos avanzando hacia los coches hasta que a falta de 1 kilómetro para llegar a nuestro destino vimos aparecer el "Patrol". Fue regocijante poder beber agua fresquita y la verdad es que fue todo un alivio. Miguel Angel regresó con su cuñado en el coche hacia atrás y yo tiré hacia mi coche, ya que tenía prisa.

Alcancé el coche a las 16:10 horas casi 7 horas después del inicio de esta aventurilla. El viaje de regreso fue rápido pero estaba tan deshidratado que paré en algún pueblo en busca de una fuente que en dos ocasiones hallé pero sin agua. 

Esta aventura se ha traducido en 26 kilómetros bien duros, expuestos al calor, con bastantes cuestas y llenos de dificultades que sin duda nos hacen más duros. Al llegar a casa, ya en el baño, estuve un buen rato quitándome espinas clavadas en los dedos; los calcetines para tirarlos y las zapas para darles un buen fregado.






2 comentarios :

  1. Una aventura más Javier, no le teneis miedo a nada!!!!

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    1. Jejeje, a nada salvo a los pinchos. ¡A ver cuándo quedamos!!

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