RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 18 de abril de 2015

SÁBADO 18:NO FUE EL MURO DE BERLIN PERO LA VALLA ME DEJÓ FUERA DE LA SIERRA

Con toda la ilusión en mis piernas salía a las 11 horas de casa dispuesto a conquistar la parte sur de Sierra Prieta: la gran desconocida de nuestro entorno. Me había esmerado en buscar rutas por la misma y más allá de la que conozco y que es demasiada larga (pero bonita), no había encontrado ninguna ruta asequible hasta que encontré la de un ciclista de montaña valdepeñero. Veintiocho kilómetros no eran demasiados, nada que ver con la antes mencionada que se me iba a 44 kilómetros y el cuerpo no estaba para eso. Fui avanzando siempre vigilando las indicaciones cargadas en el Garmin que me iban guiando por los caminos correctos y todo parecía que iba a funcionar. El ritmo era lento pero más rápido de lo que habia planificado (llevaba la mochila y bebida y no quería forzar). Me movía en 5´10-5´15´´ aunque la media era superior debido a los primeros kilómetros que había hecho más suavemente. El campo está precioso incluso aquí donde vivo, y la primavera se ha abierto camino poniendo el campo de tonos verdes y de una amplia paleta de colores, tantos como flores silvestres distintas. Justo el camino se comenzó a empinar, allí donde la sombra de la sierra comienza a verse más de cerca y al paso por una finca en la que su dueño tenía los perros sueltos, se me pusieron los pelos como escarpias al pensar que de allí salía mordido, pero no, bastó una llamada al orden para que los chuchos me dejaran en paz, aunque no dejaran de increparme en forma de ladridos. No muchos más allá se veía el camino subir en el paso entre las sierrecillas y pronto me fue cambiando la cara, tan pronto como lo que tarde en comprobar que ante mi había una valla y una portada metalíca se cruzaba en la vía. Pensé que quizá estaría allí para abrirse y cerrarse, pero ese pensamiento era más fruto de la esperanza que de la razón. Efectivamente, pese a poner en el cartel de enfrente "Por favor, tras el paso cierren la puerta", comprobé que no haría falta respetar la petición porque no podría cerrar algo me era imposible abrir, debido al pedazo candado que había colocado. Miraba desolado al otro lado, donde el campo lucía en colores más intensos, más provocativos, y donde el terreno se ponía más abrupto, ¡vamos, el sueño de todo corredor de trail!, pero me parecía a mi que no iba a ver trail en esta ocasión. Tras unos segundos sopesando opciones (como la de saltar la valla y dejarme el pantalón, o algo peor, en el intento), decidí rodear por la senda que circundaba la valla, primeramente hacia la izquierda, como unos 300 metros, para luego decidir media vuelta, volver a pasar por la puerta e ir hacia la derecha siguiendo la valla, pero hacia la Finca Castellanos, es decir, siguiendo la falda de la cadena de montes. Este fue quizá el mejor momento, porque sin ir por una senda claramente definida, el terreno era blandito y más o menos regular, entre árboles, y se disfrutaba un montón de los toboganes. Un kilómetro más allá se abría un camino a la izquierda que se adentraba en lo profundo de la sierra y decidí tomarlo, ¡bonito como él solo!, pero no tuve que correr mucho para toparme con una segunda puerta que me coartaba las ideas, así que de nuevo media vuelta, de nuevo a bordear la falda y ahora sí totalmente concienciado de que no habría juegecitos de montañero en este haciago sábado. Continué por sendas, por caminillos, pasé por las instalaciones que tiene Frimancha en la zona, y seguí hacia la finca que bien conozco de haber pasado en un par de ocasiones cuando hice la ruta larga, la de 44 kilómetros que he comentado. LLegué a la susodicha finca y tomé el camino de la derecha que me regresaba a casa, justo cuando el Sol apretaba y pensé que lo que habría de disfrutar de la sesión ya había sido disfrutado. La negatividad también llegó a mis piernas, y aunque fui bajando la media con kilómetros ya por debajo de 5´, mis extremidades quisieron ponerse en huelga y cada vez fueron dejando, con una voz más alta y clara, que no querían seguir corriendo. Para colmo me equivoqué de camino y continué por uno que me llevaba al pueblo pero que no conocía, fue por allí donde me piqué con algún coche que iba despacio, conducido por algún agricultor con olivas, pero ni picándome me animaba. Llegué a la Carretera de Daimiel escaso de fuerzas y preocupado por ello, alcancé el carreterín que me llevaba al polígono y la cosa no mejoró. De hecho llegué a casa preocupante tocado, tras 25 kilómetros de aventura hechos a un ritmo muy irregular y de media a 5´19´´, aunque la segunda parte la hubiera hecho bastante más rápida. Ya en casa me tuve que dar un baño de agua bien caliente, y las piernas se han quedado sin habla, así que no les voy a preguntar nada.

Este ha sido el tracking:



Y no saco una foto mía porque no os gustaría ver mi cara de disgusto. En cualquier caso estoy seguro de que este entreno es de los que sirven y mucho.

4 comentarios :

  1. Muy bien Javier, estas en forma, me alegro.

    Saludos, Emilio Díaz.

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    1. Gracias Emilio. En cualquier caso no fue un buen entreno; no quedé satisfecho con las sensaciones finales

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  2. A pesar de los avatares, una buena jornada.Cuidate

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