RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 15 de abril de 2014

DOMINGO 13: DESASTROSA TIRADA LARGA CON MERCEDES, PERO CON FINAL FELIZ

El sábado no había podido ser: no nos fuimos Merche y yo a realizar una larga lenta tirada para que se vaya habituando a lo que le espera por los montes en los próximos meses. Sin embargo el domingo por la mañana nos levantamos dispuestos a realizar nuestros deberes, aunque ella no se levantó bien, le dolía la garganta y estaba cansada. Se puso atuendos de trail de mala gana y tras desayunar, y ante una mañana magnífica, salimos para realizar unos 21 kilómetros, sin prisa pero sin pausa.


Nada más salir, a 50 metros de casa me dijo que le molestaba la cartuchera que llevaba con botecitos de isotónica. "Pero Merche, te tienes que habituar a llevar pesos que esto del trail y el utrafondo es así". El caso es que le incomodaba, porque se le bajaba. Se lo recoloqué, arrancamos, paramos, se lo volví a recolocar, paramos, hasta que finalmente se lo quité y me lo puse yo.


No llevábamos ni kilómetro y medio y mi mujer no podía tirar de sus piernas, sin duda cansada de los más de 40 kilómetros repartidos entre la exigente Media Maratón de Madrid del domingo pasado, los 11 que hicimos el martes y los 7 que hizo en la pista de atletismo el jueves. El cuerpo se le estaba quejando, pero eso es normal, tiene que adaptarse.


En cuanto al ritmo, no llevaba Garmin y el crono iba apagado. No era el día para ir midiéndolo. 


De esta forma, y con el constante malestar de Merche fuimos avanzando hacia la Sierra del Peral donde teníamos previsto subir a los molinos eólicos, que allá se ven en el fondo de la foto. Pero pronto comprobé que no estaba el horno para bollos y que lo más prudente iba a ser buscar un circuito alternativo más corto.



Yo le decía a mi mujer, ¡venga sigue mi ritmo, si voy muy despacito!. Pero no había manera. Llegados al Camino del Peral, hubo que decidir si volver a casa tras hacer 9 kilómetros, o ir hacia la izquierda para acercarnos al paraje de dicho nombre y luego ir al Paraje de las Aguas. Merche se resignó y fuimos por este último circuito.


Los kilómetros fueron pasando, y con ellos las sensaciones fueron mejorando, sintiéndose cada vez mejor. Pasamos por el Peral, y por su parte alta; aprovechamos alguna cuesta para practicar lo de andar y luego correr, llegamos a la Carretera de San Carlos del Valle y desde ahí alcanzamos Las Aguas, para coger un camino que nos regresase a casa. De nuevo más cuestas y esta vez no dejé que Mercedes anduviese. Ya una vez alcanzado el largo camino que nos llevaba a la zona del cementerio, la pendiente se hace negativa y las piernas piden correr, y eso hizo Mercedes, poniéndonos por debajo de 5´45´´ y soltando un poco, que falta hacía. Sin embargo, el cansancio lo llevaba dentro, por más que lo peor del entreno ya hubiese pasado. De ahí hasta casa mantuvimos el ritmo, y nos dio tiempo a echar una de esas fotos que tanto me gustan, una de sombras (ya no salgo solo como ocurría el año pasado).


Y se terminó, con algo más de 15 kilómetros y medio, y no sé cuanto tiempo empleado, pero como dije antes, eso daba igual. Seguro que vendrán mejores experiencias realizando este tipo de entrenos. Hoy no era el mejor día para ella.

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