RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 20 de junio de 2013

EL DESTINO ES EL CAMINO DE REGRESO


 
Aquella noche fría salió a correr como lo había venido haciendo a diario en los últimos años. A pocas semanas de la cita con su octava maratón ya se había acostumbrado a no perdonarse ni un solo entreno proyectado, y ello siempre suponía sacrificios e inconvenientes. Sin embargo, a cambio, recibía placer al terminar cada sesión, y se sentía a la vez muy vivo y orgulloso, más aún siendo el ladrón que le robaba al tiempo más minutos en las grandes distancias. El frío se materializaba en el ambiente en forma de vaho a cada una de sus expiraciones y el cielo aún lucía naranja en el oeste, pero ya había comenzado la invasión de los grises oscuros en el horizonte. Era ese momento de la jornada en que cruzamos la frontera entre el día y la noche y a veces se abre una puerta hacia un mundo que une nuestras almas con lo que desconocemos.

No necesitó encender la luz del foquillo para comprobar la silueta de otro corredor unos metros por delante. Acostumbrado a aumentar el ritmo para dar caza a todo el que viera corriendo en su ámbito de alcance se sintió por momentos como una locomotora de vapor que, entre cortina y cortina de humo, irremisiblemente da caza a una de esas vagonetas antiguas de tracción manual. Cuando le hubo alcanzado se puso en paralelo, y saludó. En respuesta obtuvo un "buenas" gutural que sonó hondo pero familiar. Con el rabillo del ojo comprobó que desconocía quien podría ser aquel hombre cercano a los 70, aunque sus facciones quedasen semiocultas por una braga negra. En los pueblos todos los runners se conocen por lo cual dedujo que se trataba de un forastero y rompiendo el hielo tras el largo silencio que siguió al saludo, le preguntó si vivía o se alojaba cerca de allí y el hombre misterioso contestó que estaba de paso. Pero no hubo oportunidad de continuar la conversación porque su interlocutor con esa voz extraña le dijo: "estoy llegando al lugar donde nuestros caminos se separan, iré por aquí, este es mi destino". Y sin más, sin mediar despedida, el desconocido giró hacia la derecha y comenzó a alejarse; pero cuando aún estaba tratando de entender el significado de aquella rara afirmación pudo recibir a lo lejos otro mensaje no menos intrigante: "dé media vuelta y regrese a su casa. Busque también su destino”.

Abrió los ojos y el potente fluorescente del techo le obligó a entornarlos. Los párpados le pesaban y su cuerpo era auténtico plomo. Trató de mover los dedos de sus manos y apenas le respondieron. No podía incorporarse, tan sólo mirar hacia arriba, pero enseguida apareció en su encuadre de visión el rostro sonriente de su mujer, que le miraba con lágrimas en los ojos. Se sintió reconfortado al instante. 


Una pequeña y fina vena..., tenemos miles como esas en nuestro cerebro, y muchas personas cuando nacen, ya están predestinadas a que ese pequeño tubito se rompa y dé al traste con sus sueños. Aquella noche aquel corredor de fondo se sentía capaz de desafiar a su cuerpo con otro duro entreno y acercarse un pasito más a su reto, pero de forma inesperada regresó a casa. El episodio con el hombre misterioso había provocado en él unas repentinas ganas de llegar a su hogar y abrazar a los suyos. Ya por aquel entonces, la sangre había comenzando a inundar su lóbulo temporal derecho y unos minutos después a escasos metros de su casa su alma de runner tuvo que claudicar ante un repentino desvanecimiento que le dejó inmerso en un sueño profundo que duró más de dos semanas.

Cogió el carboncillo y se puso a dibujar. Pintar paisajes era su segunda gran pasión después del running, pero en esta ocasión el resultado derivó hacia unos trazos que pronto conformaron la silueta de aquel enigmático corredor, enjuto y delgado, como él. Durante su largo periodo de coma visionó toda una larga película llena de secuencias de su vida pasada, y en muchas de ellas aparecía este personaje, siempre corriendo con él, kilómetros y kilómetros afrontando el reto más difícil, su maratón más dura, regresar a casa. En su carrera hacia la vida se iban topando con momentos buenos y malos de su existencia que eran como el paisaje del recorrido, pero como meros espectadores, que no podían dejar de correr, continuaban el camino hacia la salida, ya que paradójicamente esta carrera había comenzado cruzando la meta y terminaría cuando encontrasen el origen, el inicio.

Su hijo se acercó y le dio un beso en la mejilla. Observando cómo dibujaba su papá le dijo algo que se le clavó como un fino y delgado alfiler: “Papá, ese hombre es como tú.., así serás cuando seas mayor, tiene tus mismas narices y hasta corre encorvado y con el brazo izquierdo cruzado, justo como tú”

4 comentarios :

  1. La leche, cada entrada te superas, que bonita historia, ¿y dices que no eres escritor? mmmmm...

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    1. Gracias klno, no sé que pasa últimamente pero esto del blog me motiva a escribir. Siempre me ha gustado..

      Si escritor es quién escribe yo soy escritor, y si a veces os gusta lo que escribo, soy un escritor feliz

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  2. Tu nos tienes engañados...jeje...Si no eres escritor, deberías serlo. ¡Que bárbaro! ¡como escribes!

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    1. Yolanda, tú sabes que esto del blog tiene un poquito de adictivo, como el running. Antes, cuando tenía alguna idea, la solía escribir y se quedaba en algún sitio guardada y a veces perdida. Ahora, la puedo plasmar y publicar. Me hace feliz que haya gente a quien le guste lo que escribo. Por cierto, si el halago viene de alguien que hace unas entradas como tú, es doble halago

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