RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 8 de febrero de 2013

MIÉRCOLES 6: SESIÓN DOBLE COMO EN EL CINE

Tocó madrugón y me desperté cabreado, porque ante mi tenía un duro día de trabajo, con tareas de casa y entre medias entreno por la mañana bien temprano y entreno por la noche: más de 28 kilómetros.

Eran las 06:25 y allí estaba yo, en la cocina, tomándome un café bien calentito y echándole ganas al tema. Pero todo fue ponerse; el interval no entiende de cuerpos cansados y desmotivados, así que me fui por la circunvalación con el foquillo bien colocado, porque aún no había amanecido. Cuando llevaba 25´comencé a realizar los cambios de ritmo a razón de 2´30´´ fuertes y 2´30´´ suaves, y así fui progresando, kilómetro a kilómetro. Cogí la carretera de Daimiel hasta el carreterín que me regresaba hacia el polígono, y entre cambio fui notando por un lado soltura y por otro lado me fui encontrando cada vez más cargado quizá de tanto asfalto. Cuando me quedaban unos 2 kilómetros y medio para llegar a casa, dejé de hacer cambios y me dediqué a descalentar. Finalmente me salieron unos 15.300 metros y un entreno de calidad bastante majo, sin grandes sensaciones pero también sin grandes incidencias.

A la noche tocaba la sesión nocturna. Otra vez a colocarme toda la ropa y a ponerme a rodar. Aún así no estaba muy desganado. Me fui por los caminos que llevan al norte, más en la zona noreste de Valdepeñas y tras atravesar varios en varios sentidos acabé en los cerros de la Aguzadera y volviendo por vía de servicio de la IV. De piernas iba bien, aunque físicamente me encontraba algo cansado, normal por otra parte. Al final unos 74 minutos a un ritmo medio de 5´30´´ y unos 13500 metros.

Al llegar a casa no estaba muy cansado y el día no había acabado conmigo.

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