RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 21 de abril de 2023

LA VALDEPEÑAS-LINARES Reflexiones en el camino

 Aprovechando el puente de diciembre, dejé a Merche y a Ziggy en Linares, regresé en tren y el sábado a las cuatro de la madrugada salía de Valdepeñas dispuesto a llegar como fuese a Linares. Los primeros kilómetros hasta Santa Cruz de Mudela fueron bastante amables. Desde ahí se puso a llover, y la logística me pasó alguna que otra mala pasada camino de Bazán. En esa aldeita me tomé un par de bollitos cuando aún no había amanecido, sin embargo, en los minutos siguientes me tocó pasar mi primera crisis, porque en una zona de barro sentí que no avanzaba. Desde ahí hasta el Viso del Marqués fui deshaciendo poco a poco el azucarillo, de menos a más, hasta que llegué a la plaza de ese curioso pueblo y desayuné. La tostada de jamón y tomate me sentó estupendamente, no en vano acometí el paso de Despeñaperros con otro talante, disfrutando. Además, comencé a notar las muestras de apoyo de Mercedes y  los del Safa Linares, que me seguían en vivo. 

Así atravesé Despeñaperros, en una aventura emocionante, hasta que llegué a Miranda del Rey, en el 65. Allí me quité ropa, porque hacía calor y comenzó una nueva carrera, ya más agarrotado, con menos ritmo, tanto, que pasada la Aliseda se me hizo un mundo, hasta llegar al Orellana Perdiz, donde traté de comer algo, pero apenas si me entró. Eso sí, la Coca-Cola me dio fuerzas. Pasada Navas de Tolosa, llevaba la parte de atrás de la rodilla totalmente contracturada, y supe que ya tocaría andar todo lo que quedaba... así fue pasando la tarde, hasta que anocheció a algo menos de 10 kilómetros de Linares...

De nuevo otra carrera, con frío, cansado y agarrotado, me tuve que poner la térmica y el chubasquero, hasta que a menos de siete kilómetros para llegar, reparé en que no llevaba el móvil, se me había caído. No quería ir hacia atrás, pero necesitaba recuperarlo, porque, entre otras cosas, llevaba la tarjeta de crédito y el DNI, así pues decidí pedir ayuda en la urbanización de al lado de Las Garzas... conseguí llamar a Merche y Miguel Ángel y mi mujer aparecieron treinta minutos después. Los siguientes minutos los pasamos buscando el móvil, y costó, de forma que, cuando lo encontramos, ya estaba totalmente incapacitado para continuar, así que ahí se terminó la aventura, tras 97 kilómetros de brega.

Sin duda que se me quedó un sabor agridulce, con la idea de que habría que intentarlo más adelante, como así ocurrió...







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