RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 22 de agosto de 2018

LA CRÓNICA DEL TRAIL CUEVA CABRERA 2018

Tan sólo dos semanas después de los 101 kilómetros de Rondaafrontábamos este trail corto, de 21 kilómetros y rápido que se celebra en la localidad de La Guardia, Jaén. Para mi era importante enfrentarme a una competición yo solo, sin equipo, tras la última allá por marzo en la Maratón de Montaña de Cuenca que me había dejado un sabor algo amargo. Para Mercedes era volver a competir tan sólo unos pocos días después de su proeza en Ronda, y se unía a la fiesta un inesperado acompañante, nuestro hijo Jorge, al que le apatecía probar en una distancia corta, los 11 kilómetros, en la categoría que habían habilitado para jóvenes de entre 14 y 17 años.

Haciendo escala en Linares y los preliminares

Ronda había supuesto un punto de inflexión para mí, y en los días siguientes a dicha carrera, en la que fue de acompañante de Merche, había notado una mejora importante en mi estado de forma, a pesar de la complicada primavera, laboralmente hablando, que estaba llevando. Como en otras ocasiones, nos fuimos los cuatro a Linares, donde hicimos noche, y el domingo por la mañana, bien temprano, madrugábamos para poner rumbo a La Guardia. El cielo estaba encampotado y la temperatura era ideal, no había excusas.

A nuestra llegada, recogemos los dorsales y nos ataviamos. El más ligero es Jorge que va sin chaleco, yo fiel a mis últimas carreras por montaña, voy con mis soft flasks medio llenos y algunos turroncillos. Merche lleva un cartuchera.

Allí nos encontramos con un paisano, Alfonso Pinés, fiel a esta carrera (ya nos lo encontramos en la edición de hace dos años), y como se nos termina el tiempo nos ponemos a calentar por los alrededores de meta. Jorge pronto se asusta al ver algunos chavales con buena pinta (correrán un total de 11 en la categoría junior), pero yo le digo una y otra vez que lo que tiene que hacer es disfrutar de la montaña, y no complicarse.

 La salida y hasta la subida grande

Sin más nos vemos en línea de meta, yo algo nervioso porque sé que lo voy a dar casi todo, y suena el pistoletazo. Sigo la estela de Alfonso y me cuesta continuar la cadencia, así que pronto dejo a un lado mi optimismo. En cualquier caso, sin ir redondo estimo que voy a buen ritmo, con constantes subidas y bajadas callejeando por el pueblo. Tras subir al castillo nos vemos bajando a la salida de la localidad, ya voy más cómodo y sin pensármelo me echo delante de Alfonso y adelanto a unos cuantos corredores. Alcanzamos el puente por debajo de la autovía y ahora comienza la subida tendida. He seguido adelantando corredores y por fin he calentado, ahora veo las cosas de otro color Pero mi gran aliado es la comparación que constantemente voy haciendo con la prueba de hace dos años, con el mismo recorrido. Me siento mucho mejor que entonces, cuando hice 2 horas y 4 minutos en los 21 kilómetros y 1200 metros de desnivel positivo del trail. 

En la subida a Cueva Cabrera es donde definitivamente le cojo el gusto a la competición. Avanzo ágil y adelanto otros tres puestos y alcanzo lo alto casi contrariado por el hecho de que se deje ya de subir.

En el rellano y esperando la bajada por el cortafuegos

Ha comenzado a lloviznar, algo que particularmente no me desagrada, más bien al contrario. Ahora vamos en ligera subida por terreno irregular y cuesta correr rápido. Me adelanta un corredor del club de Martos y le sigo, cuesta pero consigo no perder la estela. Charlamos brevemente y seguimos sin perder el ritmo. Alcanzamos la ermita, punto en el que dos años antes marcó mi declive, pero en esta ocasión voy bien entero bebiendo y comiendo, obviando los avituallamientos. Entramos en un bosque avanzando por una senda muy bonita y el de Martos pone pies en polvorosa, pero no me importa; al girar comienza la gran bajada por el cortafuegos, que me destrozó las caderas (tenía pubalgia) en 2016. Sin embargo en esta ocasión, bajo fuerte y seguro, tanto es así que alcanzo a un grupo de 4 corredores que me habían llevado bastante distancia toda la prueba.

Hasta el final y con fuerza

Lo que viene después corrobora que me encontraba en buen estado de forma a juzgar por como logro mantener el ritmo en el recorrido rompepiernas con constantes subidas y bajadas. En la última subida dura alcanzo a otros tres o cuatro corredores, incluyendo al de Martos, pero ya en lo alto toca ir por pista, ir rápido y allí él y otro corredor se me marchan sin que pueda acercarme todo lo que quisiera. Sin embargo voy fuerte, y sólo quedan 3 kilómetros. La parte del barranco de la escorrentía por donde bajamos la hago a tope y alcanzo al acompañante del de Martos, pero llevo la zapatilla desatada por ir chorreando los cordones, así que decido parar a atármela. En la subida que viene antes de divisar el pueblo las piernas lo notan un poco, pero no me puedo quejar. Ya en lo alto tengo que volver a parar al comprobar que la otra zapa se ha desatado. ¡Menuda puñeta!. Entre pitos y flautas habré perdido más de un minuto y pico, pero no importa mucho. Bajo fuerte entre los olivos viendo como se acercan más y más las casas, hasta que piso el asfalto y me dejo llevar a muy buen ritmo por la bajada que lleva al centro del pueblo. Los últimos 200 metros son en gran pendiente ascendente pero los hago apretando los dientes viendo como el crono se mueve en unos buenos 1 hora y 58 minutos. Allí está Jorge aplaudiendo y sonriente.

Intuyo que con un poco de suerte y teniendo en cuenta que compito en +45 quizá suba a podium, y efectivamente, pregunto y efectivamente, ¡segundo de mi categoría!.

Le pregunto a Jorge y me dice que ha sido tercero en sus 11 kilómetros, ¡increible!. 

Esperando a Merche

Los minutos se suceden rápidos, me voy a cambiar y regreso para verla llegar, pero se resiste. Había estimado para ella un tiempo de entre 2 horas 25 y 2 horas 30, pero no llega. Finalmente la veo aparecer y trae mala cara, 2 horas 34 y sufriendo. Me cuenta que lo ha pasado muy regular, le faltaban piernas (lógico tras el gran esfuerzo de Ronda), y que incluso había sentido un doloroso latigazo en su rodilla. En cualquier caso mejora en 9 minutos el tiempo de dos años antes, y sube al podium como 1ª clasificada +45.

Una foto difícil de repetir

Tras esto aguardamos a la comida, y merece la pena la espera, porque todo está muy rico. Nos dan los trofeos y nos echamos una foto que es difícil que se vuelva a repetir

En definitiva, días como esos son los que uno necesita para subir un poco la autoestima. ¡Gracias a la organización por todo!











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