Dejado atrás Borres el horizonte te muestra el campo abierto, pero es sólo una fugaz sensación, ya que no hay que caminar largo rato para alcanzar el cartel que te obliga a decidir si bajas directo al valle o te embarcas en un viaje hacia el cielo perfilando rumbo a Hospitales...
Así que no tengo dudas, comienzo la ascensión al tiempo que el frescor vespertino del otoño va alzando su voz. Ya a la altura del espeso pinar la pendiente del camino se hace verdaderamente dura hasta multiplicar por dos el peso de mis octogenarias piernas, y con ello siento toda la decadencia que los años han traído consigo; pero hallo mi recompensa cuando logro ganar el generoso caño de agua de la solitaria fuente de piedra desde donde se la altiplanicie asoma y acaba el bosque; allí me regalo un merecido respiro mientras refresco mi cara
Quizá es ese gesto el que me transporta a otro momento del pasado: es agosto en ese mismo collado y el calor aprieta, Mercedes empapa su pañuelo y acto seguido retomamos la carrera tras cincuenta kilómetros en nuestras piernas..., es la segunda etapa de un total de seis, aquel camino de Santiago entre Oviedo y Santiago, un sueño que antaño hicimos realidad...
Prosigo la subida permitiendo que los recuerdos fluyan siempre acompañados de viejas diapositivas, y en esa guisa la soledad es siempre menos ingrata atenuando los efectos de mi desarmada debilidad. Cuando por fin alcanzo el Pico Picón siento la presencia de alguien y al girar la mirada veo aquella roca desde donde puedes divisar todo el valle; allí está mi mujer, la vuelvo a ver tan jovial, justo donde posara muchos años atrás....la emoción se desborda y quiero correr hacia ella pero conforme me acerco su silueta se va convirtiendo en una fina sombra que se descifra a cada segundo, hasta aparecer ante mí la figura de un hombre ataviado con un ajustado traje gris. Sé quién es y qué hace allí.
Sin mediar palabra reiniciamos en tándem la marcha, cuan vagabundos que perpetúan el silencio; durante los siguientes minutos sufro la ascensión a la par que mi empecinamiento por ver su cara zozofra entre las sombras que la ocultan tras el ala de aquel bombín.
Ya transitamos por el alto páramo donde las vacas pastan libres y nos ven cruzar ajenas a todo, hasta que atravesamos las ruinas del Hospital Paradiella; es allí donde rescato de mi mente la imagen de aquella foto de mi compañera luciendo su chaleco de ultrafondista; en un acto reflejo agarro fuerte las cinchas de la mochila tomando conciencia de lo que porto.
Tras bajar al Puerto del Palo cruzamos la carretera en un regalo de soledad, sin nadie que nos contemple; al tomar la estrecha senda, esa que se grabó en mi hace largo tiempo, me ilumina la grandiosidad del bosque de helechos que conquistan la montaña. Unos kilómetros más allá está Lago, donde nos perdimos en aquel loco agosto, y un poco más lejos Berducedo, el final de aquella vieja y mágica jornada, pero hoy mi viaje termina justo aquí.
Cae repentinamente la temperatura, comienza a lloviznar, aunque ya hemos llegado; nos detenemos y él se gira hacia mí al tiempo que sus ojos, uno de intenso azul y el otro de un verde oscuro, se me clavan cuan magia blanca; es entonces cuando resurge desde muy adentro en mi cabeza la melodía de "Sunday" y la letra se va desgranando sin que ni su compositor ni su admirador puedan evitarlo:
buscar los coches o señales de vida
a donde va el calor
deberíamos arrastrarnos bajo los helechos
buscar los rayos de luz en la carretera
a donde va el calor
porque en verdad es el comienzo de nada
y nada ha cambiado
todo ha cambiado
porque en verdad es el principio de un fin
y nada ha cambiado
y todo ha cambiado
lánzate al fuego
ahora debemos arder
en tu miedo alzémonos juntos
a través de estas nubes
como si tuviéramos alas
y esta es la empresa que llevaremos
este es nuestro numero
todos mis juicios, Señor
serán recordados
todo ha cambiado
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