Lo que aconteció el día 18 fue el comienzo de una de las peores semanas para mi en lo que respecta a este hobby que más que hobby es uno de los centros de mi vida. Hacía calor pero eso no era algo nuevo, no fui capaz de madrugar y no tenía ganas de correr (esto es lo preocupante). Para colmo iba a ser un fin de semana repleto de trabajo, con celebración de mi cumpleaños por medio y visita a mis suegros en Linares, demasiadas cosas para tratarse de los dos días de descanso de la semana. El hecho de no tener que correr la Maratón de Helsinki a tope (acompañaré en la misma a mi mujer) supongo que ha afectado negativamente a mi motivación. Entiendo que tampoco ayuda las molestias que vengo sufriendo últimamente en mi zona pélvica y que irradia hacia los adductores, algo muy raro en mi caso. El caso es que me puse a correr "sin la brújula" es decir, desorientado, como quien hace algo por obligación y sin sentir por qué lo hace. Cogí el Camino de Membrilla hasta el 7 a un ritmo medio, vamos que no iba levantando polvo precisamente. Cogí el camino que lleva al Hotel el Hidalgo y de ahí a casa por la vía de servicio; no hubo más, ni mejor. Algo menos de 15 kilómetros que en este caso quedarán en el recuerdo como el de un entreno sin ganas, y con molestias.
No me quito de la cabeza que a mediados de septiembre tengo la Madrid-Segovia y no me veo dejándome la piel por los caminos madrileños, es más, comienzo a pensar que es probable que no pueda ni terminarla si no mejoran las cosas.
Pero bueno, el protagonista de este blog hace bastantes semanas que he dejado de ser yo y ha pasado a ser mi mujer y su gran reto de Helsinki. No nos pongamos excesivamente melodramáticos.
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