Huéspedes y
parásitos
Somos
huéspedes que han amanecido alojados en uno de los altos del camino esa bonita
mañana de agosto. Las piernas responden al levantarnos y nuestras espaldas
despiertan sin maltratos, así que es de bien nacidos ser agradecidos: ha sido
un lujo lo de descansar en aquella cama que apareció justo cuando más la
necesitábamos...
...y
al igual que despertamos en esa luminosa habitación, en mi tibial inflamado
también se despereza un parásito cómodamente instalado; ese bicho está tan a
gusto que quiero pensar que lo único que sentiré en mi pie en lo que reste de
viaje será un agradable calorcillo.
Ideas y
tiempo
El
agua fría se escurre sobre mi cara a la vez que aclara mis pensamientos; tras
habérsenos atragantado todo el asueto de nuestra aventura hemos continuado y
allí estamos ahora. Miro atrás y veo cómo comenzó todo: la idea que parí se
convirtió en obsesión, y no quiso abandonar mis sienes hasta que por fin
nuestras piernas iniciaron el movimiento en Oviedo...
...desde
aquella primera zancada todo ha sido muy intenso y las enseñanzas fueron
constantes: el camino nos ha mostrado que somos ricos, llevando consigo esas
monedas llamadas horas, grupos de sesenta minutos que vamos trocando por gozos;
y es que la riqueza verdadera no es El Dorado, es el tiempo que portamos, el
tiempo que disponemos ante nosotros.
Generosidad
y empatía
No
falta detalle en aquel comedor, y Bernardo nos recibe con su sonrisa, un calco
de la del día anterior; los ángeles y los demonios no entienden de religión en
este camino y un vivo ejemplo es aquel señor generoso que nos hace olvidarnos
en la hora del desayuno de todo lo negativo...
...la
crujiente tostada sube enteros, ya por encima del diez, en el virtual rating de
hospitalidad y comodidades y justo en mitad del festín aparecen Nieves y Paco,
peregrinos catalanes cuyas caras no ocultan su necesidad de verde naturaleza;
sólo puedo sentir empatía con su presencia.
"¿Estáis haciendo el camino corriendo?, "Sí, pretendemos hacerlo
en seis etapas; hemos pasado momentos duros pero ahora nos sentimos
empoderados, creo que vamos a llegar a Santiago".
Energía y
esfuerzo
De
nuevo el ritual de la preparación de la bolsa, cada vez más sencillo porque han
ido desapareciendo del inventario gran parte de los complementos alimenticios
que partieron de Valdepeñas. Armamos nuestros chalecos con generosas raciones
llenas de energía ante la previsible dificultad de los casi sesenta kilómetros
que nos esperan, que serán menos montañeros pero a la postre más exigidos,
debido al cansancio acumulado en nuestras piernas...
...y
ya estamos preparados, totalmente repuestos, con la energía que pide salir por
nuestros poros; el cuerpo ya aprendió de los abruptos ciclos de ingesta y
consumo de calorías, ese trastocado metabolismo que es un bucle de hambre
voraz, disfrute de sabores y derroche vital durante el esfuerzo.
Química y
ondas
Merche
engulle dos ibuprofenos, un servidor uno solo y confiamos nuestra suerte a la
química, rendidos al dolor y temerosos de abandonar esta quimera que fue dada a
luz como idea...
...ya
nos vamos de allí, no sin antes echar un último vistazo para comprobar que no
nos dejamos nada, pero sí que se queda algo: la esencia de la alegría y el
alivio que sentimos en aquel espacio, ondas positivas que se irradiarán a
futuros peregrinos que descansen entre esas cuatro paredes.
Detalles y
fortunas
Dejamos
la bolsa en el mismo rincón donde nos la encontramos unas horas antes,
dispuesta a continuar su aventura paralela, cortesía de Correos; su suerte será
la nuestra, portadora de todos esos pequeños detalles que nos dan la vida para
sobrellevar las penurias de esta empresa...
...y
llega la hora de partir: en el "adiós" o en el "buen viaje"
el ser humano transmite buenaventura cada vez que toca despedida, así fue desde
tiempos inmemoriales, cuando la peste acechaba detrás de la esquina; miramos a
ese hombre y le deseamos lo mejor sin decir nada en un tácito discurso que
parece ser mutuo: "que tengas la mejor de las fortunas en el resto de tu
camino".
Dolores y
alternativas
La
cuesta que se muestra al inicio de la calle ya hace presagiar dificultades,
pero forrados de arriba a abajo de optimismo no lo vemos venir. Fonsagrada
reposa en lo alto de un montículo así que toca bajar hasta el rellano: pero la
vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida: "más despacio, ¡no puedo
correr!, me duele mucho el tibial", y así comienza este nuevo capítulo:
soportando el dolor por no abandonar...
...esas
casas nos retienen cuando nosotros querríamos huir hacia nuevos lugares y
caminando somos incapaces de seguirle el ritmo a dos señoras gallegas que
realizan su paseo matutino diario. El que ha gritado y nos ha hecho parar no es
mi parásito, es el de Mercedes y lo hace tanto que mi mujer tira de la memoria
del imaginario de sus dolores para describirlo: "un pinchazo muy agudo e
insorpotable, a duras penas lo aguanto, y te lo digo yo que he parido dos
veces". La angustia aprieta y te obliga a elegir, y de lo que hagas
dependerán tus vivencias posteriores. "Tenemos que decidir qué hacer, si
nos alejamos de Fonsagrada será más difícil tomar una alternativa; o bien
continuamos a verlas venir o bien abandonamos aquí y ahora los dos, o bien
llamamos a un taxi que te regrese al albergue o que te lleve a Lugo y yo
continúo solo". Mi mujer no me contesta, tan sólo resbalan por su cara dos
lagrimones y sin mediar palabra reanuda la marcha.
Asedio y
farmacia
En
esos momentos el tiempo no se percibe como un buen patrimonio, cuando cada
segundo que pasa nos oprime el pecho. El cielo se nubla a pesar de estar
despejado de nubes, y en la tormenta debe haber un demonio del camino
especializado en dudas, que te asedia y se aprovecha de tus debilidades...
...pero
para combatirlo siempre estarán las farmaceúticas: "Merche, ¿qué dijo la
de la farmacia de Grandas de Salime?, hasta 4 o a lo sumo 5 cápsulas de 400
miligramos en no más de 18 horas". A buen entendedor pocas palabras
le bastan, Mercedes piensa en las competiciones de otoño, se ve tratando de
engañar al dolor de esa forma tan arriesgada y se resigna cuando piensa que
terminar el camino primitivo bien puede valer una lesión duradera, acepta ese
intercambio y se toma la tercera cápsula de la mañana en tan sólo media hora.
Cuarentena y
milagros
Hemos
dejado atrás el núcleo urbano y partimos justo por la mitad el camino en una
aldea llamada O Padron en la equidistancia física y emocional de nuestra
aventura. Y el verde va llegando a nosotros conforme abandonamos las vías de
asfalto al tiempo que el camino nos va invitando a pasar entre tupidas
vegetaciones. Estamos en cuarentena, esperando acontecimientos mejores,
queriendo recibir la bienaventuranza que nos deseó Bernardo...
...y
en este impás se obra el milagro: Mercedes comienza a cambiar los pasos por
zancadas, al principio lentas y cortas para luego coger un ritmo constante y
plomizo, como el que agarra cuando se cae de madura en una ultra. Y en esta
guisa, si el virus está dentro no importa tanto porque el paisaje ya procura
los mejores anticuerpos.
Compañía y
reencuentro
El
ritmo acaba poseyendo la intención de mi mujer y la senda se estrecha
poniéndose en franca subida. El paisaje de la montaña sólo puede traer cosas
buenas y nos alegra con la compañía de
un grupo de peregrinos, una familia que bien podrían venir de la antigua
Germania a juzgar por su aspecto; los dejamos atrás no sin antes desearles
"buen camino"...
...
y no mucho rato después alcanzamos la estela de una pareja de caminantes que
enseguida reconocemos: son Nieves y Paco. El breve reencuentro es incluso más
balsámico que aquel tercer ibuprofeno. Paco nos echa una foto que el tiempo y
las nuevas tecnologías se encargaron de extraviar y que yo me esmeré en
recuperar, eso sí, en su versión más borrosa, pero que muestra las sombras de
trazo grueso que deja la alegría por nuestra reunión.
Armonía e
influjos
Seguimos
subiendo suavemente hasta alcanzar las ruinas del Hospital Montouto, con sus
piedras, sus dólmenes, sus flores, todo mezclado y en armonía con un sinfín de
tonalidades verdes...
...
ese lugar nos hace olvidar por momentos cualquier pesar y ahora que rememoro
aquellas sensaciones compruebo que apenas plasmamos fotos, así que imposto
algunas que he encontrado en la red para ayudar a comprender el influjo que
aquel paisaje tuvo en nosotros, otro ángel del camino.
Hitos y
regalos
Desde
ese momento toca bajar por caminos y sendas invadidos de vegetación, hito tras
hito, descontando distancias mientras ganamos en bondades y nos ilusionamos con
la piedra que lleva bien grabados esos 100 kilómetros, pero habrá que llegar a
la tierra prometida que es Lugo para hacer ese sueño realidad...
...y
cuando toca serpentear a ambos márgenes de la carretera nos topamos con
Paradavella siendo sabedores de que el llano se nos acaba; tenemos ante
nosotros la que dicen es la subida más empinada de todo el camino primitivo:
Alto de Volta Grande y Alto da Fontaneira. Pero yo ya me enamoré de
"Hospitales" camino de Berducedo, aquella ruta mágica donde las
vacas, la niebla y las vistas pararon el tiempo para nosotros. En cualquier
caso la senda no desmerece y por momentos toca apoyar las manos en los
cuadriceps para hacer lo que más nos gusta, disfrutando de las vistas que se
nos regalan a nuestra izquierda.
Dudas y
vacíos
A
Fontaneiras nos ve pasar a la vez que sentimos que el asfalto no casa bien con
nuestros dolores. Afortunadamente mi parásito sigue allí medio callado, pero
pisar los verdes bordes de la carretera, esos que amortiguan cada zancada,
siempre ayuda. Y toca enfilar el tobogán en forma de camino que nos dejará en O
Cádavo, allí donde espera el demonio de las dudas que te martillea la cabeza
con sus enjundias. Son varias las paradas que, entre quejido y quejido,
realizamos haciendo fuerte el deseo de abandonarlo todo...
...O
Cádavo significa "A cada uno", pero a aquella localidad también se le
conoce como Baleira, que en gallego y en portugués significa, ¡qué ironía!,
"vacío". Si las juntamos tenemos: "El vacío de cada uno".
Cuando llegamos al lugar del "vacío de cada uno" Mercedes claudica
arrojando la simbólica toalla. Allí encontramos nuestro momento de desolación e
incluso nuestros minutos de enfado, y es entonces cuando recuerdo ese viejo
refrán: "con la barriga llena se piensa mejor". "Mercedes,
quedan poco más de treinta y dos kilómetros para llegar a Lugo, creo que
podemos conseguirlo, pero no lo decidamos ahora, vamos a comer y con el
estómago lleno quizá lo veamos de otra forma".
Rendiciones
y reanudaciones
Nuestra
forma de caminar hacia aquel bar es la forma en la que se mueven aquellos que
han rendido sus armas; nos aferramos al mero acto físico de comer como única
esperanza...
...pero
la fórmula secreta de la Coca Cola y el sabor especial que la cinta de lomo y
el pan de pueblo tienen en aquel lugar recóndito nos hacen olvidar todos los
momentos anteriores. Nos sorprendemos sin tener que decidir nada, tan sólo nos
ajustamos los chalecos y reanudamos el camino sin mediar palabra.
Recuerdos y
homenajes
Negociamos
sin prisa pero sin pausa la subida al último puerto importante de lo que resta
del camino, con el cuarto ibuprofeno en el estómago de mi mujer y sintiendo que
lo peor ya ha pasado. Ocho meses después tengo grabada la visión en la que nos
vemos bajando por una pista llena de pinos reforestados, nada muy especial entre
tanto bello paisaje, pero supongo que permació nítido en mi memoria como
chivato que muestra que "supimos continuar".
Llegamos
a una pista encajonada por una larga valla de madera y la similitud del paisaje
me lleva a la Doñana Trail: evoco a mi padre y al homenaje póstumo que no supe
consumar y que me dejo frustrado. Entre aquel agosto lucense y el momento en que
escribo estas líneas hubo un segundo noviembre, una nueva Doñana, y el logro
acabó matando para siempre aquella frustración. Quizá fue en este tramo del
camino donde mi subconsciente comenzó a gestar esa segunda oportunidad que
afortunadamente me terminé dando.
Retos y
bocados
La
frondosa pista nos deja al girar a la izquierda en la Iglesia del Carmen, un
bonito recinto con una fuente puesta allí para nuestro deleite. Tras el lógico
refresco bajamos hacia Vilabade con una remozada positividad, alcanzando las
tierras llanas que nos llevarán hasta Santiago.
Aquel hombre me habla al otro lado de su valla, se interesa por nuestra
empresa y en un par de minutos nos dibuja su vida llena de retos y desafíos. Querríamos
quedarnos allí largo rato charlando pero tenemos que seguir y nos despedimos
casi sin decirnos adiós, mientras me esmero por no olvidar su nombre y sus dos
apellidos confiando en las redes sociales para lograr recuperarlo "Jesús
García Juanes, recuérdalo"...
...en
el par de kilómetros que vienen después y que nos llevarán a Castroverde, mi
cabeza sólo piensa en transpirenaicas, patinetes, y vueltas a la península sin
más compañía que la soledad, la reflexión y una extraordinaria determinación;
me siento diminuto y abrumado ante tanta aventura. Como dice él, "la vida
se saborea mejor a grandes bocados".
Calor y
reposo
Cuesta
alcanzar Castroverde y el calor oposita para ser un diablillo más en esa
intensa jornada. A la salida de esa localidad encontramos una generosa fuente
donde matamos la sed y disipamos las dudas. Tras esto enfilamos hacia un
submundo lleno de sendas, hitos y riachuelos que nos llevarán en un incesante
descuento a través de un montón de aldeas y pueblos...
...y
llegamos a un cruce de caminos donde toca hacer un alto, justo donde un
majestuoso cementerio nos recuerda que el hastío es al reposo lo que el
descanso eterno es a la vida, así que más vale levantar el culo y continuar,
que tiempo habrá de parar del todo.
Rectas y
cuentas
Los
interminables y rectos quince kilómetros que nos quedan esa tarde hasta llegar
a Lugo se ubican, haciendo un símil, en ese amplio espacio que hay en nuestras
vidas y que llamo "aburrido discurrir", ese segmento que no es ni un
dulce momento ni es infeliz desdicha. Hay que saber ocupar ese tramo,
preparándose para lo mejor y escapando de lo peor. Eso hacemos mientras
atravesamos: Nadela, Vilar de Cas, Soutomerille, Gondar, que de alguna forma
amenizan esa larga calma chicha. Ya para cuando nuestra paciencia agoniza
naufragando en el mar del cansancio grabamos un vídeo a unos cinco kilómetros
de nuestro destino...
...y
rematamos nuestra huida hacia adelante con un sencillo gesto: "Merche,
cuento hasta veinte, luego tú, luego yo de nuevo, y tú,..., así vamos
avanzando; cuando lleguemos a 300 caminamos un par de minutos y vuelta a
empezar". Eso hacemos, repitiendo hasta cuatro ciclos que nos hacen
escapar del minutero dejándonos a las puertas de la capital lucense.
Peso y
alegría
Cuando
llegamos a Lugo estamos totalmente desechos, con un peso de más del doble del
que supone nuestra masa corporal, a juzgar por lo que nos cuesta movernos, o
fue eso o una anomalía física que multiplicó por dos la constante
gravitatoria...
...pero
nuestra alegría es más liviana, posando en aquellas milenarias murallas. Es tan
dulce como la mejor de las mieles poder sentir que ¡lo conseguimos!. El hito
con la marca del kilómetro 100 ya no es un sueño, está ahí a nuestro lado y,
por ende, estamos a tiro de piedra de Santiago.
Romances y
cenas
Las
de recepción nos reciben y cuando les explicamos un poco de nuestra historia
nos miran incrédulas. En la habitación cuesta hacer cosas, sólo queremos
descansar, pero aun así nos duchamos en una especie de romance con el agua
templada, la cual nos acaricia, hace cosquillas por donde roza...
...y
nos sentimos hambrientos, así que nos recomiendan ir al Restaurante Fonsagrada,
"¡Vaya, viniendo de dónde venimos no podía haberse llamado de otra forma!,
así que a cámara lenta acercamos nuestros pasos en un cansino avance hasta
cubrir los doscientos cincuenta metros de distancia que nos separan de una de
las mejores cenas que han caído en nuestros buches.
Silencios y
búsquedas
Allí
estamos tumbados sobre la cama, callados, sin decir nada. El día nos ha contado
tantas cosas que estamos tratando de digerir un sinfín de mensajes. Y el
silencio es, si cabe, más sanador que el hielo que nos aplicamos sobre la piel
que protege nuestros parásitos, los cuales no se esconden, les gusta el frío...
...y
antes de apagar las luces y gozar de un merecido descanso, busco en facebook:
"Jesús García Juanes, ya te he encontrado".
Sombras y
luces
Así
ocurrió que aquel día de agosto acabó siendo uno de los más intensos y felices
de toda nuestra vida, con sus sombras bien repartidas y con sus rincones donde
se parapetaban los demonios que nos embelesaban...
...pero
allí estaba esa senda, sólo había que fijar la mirada al frente y seguirla,
expectantes hasta dejarnos guiar por esas pequeñas luces que uno siempre se
acaba encontrando y que dibujan nuestro camino.