Durante toda la mañana tuve en mi cabeza una batalla librada entre dos fuerza: la que me decía que estaba lesionado y que había que parar, y la que me decía que la rueda no puede dejar de girar, sea como sea. Fue la segunda la que ganó la partida, y como ya ocurriera con mi larga lesión de pulbagia, hay algo más amargo que una lesión, no aceptarla y seguir corriendo, sufrirla y demorar tu recuperación. Por la noche, con bastante frío, me cambié y salí a realizar un entreno de esos que llamo testimoniales, sin apenas poder doblar la pierna, ni cuando hube calentado dejé de sentir las punzadas. Me dio para realizar 7,6 kilómetros, llegar a casa y sufrir tratando de estirar.
RELATOS
Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.
domingo, 17 de diciembre de 2017
MARTES 12: ¿POR QUÉ PUÑETAS SALGO A CORRER CUANDO NO PUEDO HACERLO?
Publicado por
JAVIER AYUSO
en
22:01
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Etiquetas:
ENTRENAMIENTOS
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