Yo nunca quise hacer de este blog un conjunto melodramático de entradas; no es mi estilo, no me va el sensacionalismo, ni pretendo atraer la atención de lectores escribiendo sobre retorcidamente sobre mis fracasos. Si es cierto que muchas de las entradas más leídas han sido precisamente aquellas en las que contaba experiencias negativas en cuanto al resultado de la prueba, como por ejemplo la crónica de la Maratón de Valencia.
Hoy ha sido la segunda vez en poco más de dos meses en la que se me ha pasado por la cabeza dejarlo, abandonar esta aventura. He sentido que la vida se portaba mal conmigo y que no obtenía nada a cambio de mi sacrificio; he pensado que no merecía la pena tantas horas de dedicación a algo que al final da más caramelos amargos que dulces. Sé que es una deducción precipitada y en caliente, pero así son los impulsos. Recuerdo en febrero cuando regresábamos de Sevilla y Merche tuvo que traer el coche porque yo no era capaz ni de conducir. En mi duermevela de copiloto decidí no pensar, no reflexionar en caliente porque lo que sacase en ese momento iba a ser negativo y drástico. Hoy, ocho meses después no he podido evitarlo y he pensado.
Vale, todos sabemos que estuvo bien, que conseguí correr rápido en la primavera de 2013, pero eso ya es pasado, y me molesta hasta volverlo a escribir. Probablemente eso ya no volverá más y por ello me replanteé cosas..., me lo he pasado bien en la montaña, he corrido y disfrutado 102 kilómetros, me he sentido orgulloso de poder hacer esfuerzos tan continuados, e incluso he logrado hacer una media maratón en un tiempo que ya no esperaba, pero lo de hoy..., lo de hoy me ha dejado bastante tocado, sobre todo porque me ocurre a tres semanas de la Maratón de Valencia, esa maratón que tenía que servir para reconciliarme con aquel mal recuerdo de 2012; ¿y ahora cómo lo hago?.
Pasamos el sábado en Linares celebrando el cumpleaños de mi suegro. Me había levantado sin fuerzas, claramente con un resfriado bastante considerable. El paracetamol y una siesta reparadora en aquel caluroso pueblo hicieron que me recuperase un poco. Después de dormir como un bebé me he despertado bien, con ganas, aunque no me fluían las piernas. La idea era ir a Socuéllamos y soñar con un 37 largos, un 38 cortos, ¿quién sabe?, por momentos creía que podría hacerlo bien. Llegamos con tiempo para charlar y también para calentar, y en el calentamiento no noté nada extraño. Me dolía un poco la cabeza, no me sentía fuerte, pero tampoco me sentía mal, osea que no pensaba que lo que iba a pasar después pudiera ocurrir.
Dan la salida, Merche a su ritmo por detrás y yo al mío. En seguida me doy cuenta de que no he salido en la zona que debía porque se me hace difícil avanzar entre tanta gente que me para. Y pronto compruebo que la máquina no va engranada, no siento la zancada. Paso el primer kilómetro en 3´51´´ y no es mal crono teniendo en cuenta los primeros 200 metros en los que me costó correr entre la avalancha de corredores. El segundo se convierte pronto en desagradable y el calor tampoco ayuda: 7´49´´, eso significa que he ido a 3´58´´, pues vaya. Para colmo no me encuentro, voy adelantando a alguna gente, pero no me hallo. Veo por delante al Gallo, a Pedro Mora pero no puedo realizar el esfuerzo de lograr pillarlos porque voy justo, ¿pero cómo puedo ir justo de fuerzas a ese ritmo?. El tercer kilómetro me deja igual de mal, he mejorado el ritmo pero las sensaciones han empeorado, 3´52´´. Si me apuras, habría esperado esto pero a un ritmo 15 segundos más rápido. Me instalo con un grupito y me resigno, caen el 4º y el 5º y ya sé que de 39 minutos no voy a bajar ni de milagro. En los siguientes minutos las pulsaciones van estabilizadas pero las piernas van sin brío y el ritmo es de 4´el kilómetro. Por momentos hasta pienso en retirarme más por decepción que por sufrimiento, pero a estas alturas del año uno de mis retos es no abandonar una sola carrera no ser que algo me esté ardiendo por dentro, literalmente hablando. El resto ya casi sobra contarlo: desde el kilómetro 8 me pasa un mogollón de gente y yo me siento incapaz de meter una marcha más, simplemente veo como se me van. Llego a meta en unos decepcionantes 39´49´´, un crono que no recordaba realizar en mis últimos 6 o 7 10.000´s. Son propios del año 2011 cuando me preparaba mi primera maratón, o si me apuras, se corresponden con la forma que alcancé para Estocolmo, para esa maratón, cuando la terminé en 3 horas 21 minutos. Así que una de dos: o lo de la Media de Alcázar fue un espejismo y hoy se ha demostrado que no tengo ritmo y no tengo regularidad, o me consuelo pensando que se ha debido al resfriado y al paracetamol, por poner una excusa.
Eso sí, mis piernas intactas, como si no hubiera corrido; mientras escribo me están pidiendo salir a correr, pero hoy no me van a engañar, no pienso a salir a correr esta noche, esta noche veré la tele con Merche.
En cuanto a Mercedes, se le ha dado relativamente bien: también está resfriada y ha corrido sola, pero ha hecho 55´largos, su mejor marca sin ir conmigo. Después han corrido Jorge e Inés y hemos cerrado el círculo. Después todos a casa y apenas he dicho nada, no tenía ganas de hablar, ..., demasiado ocupado pensando.
¿Y ahora qué?, pues ahora voy a pasar un poco del tema, ¡estoy cansado de tanta presión!. Dentro de tres semanas iremos a Valencia y correré allí, ¡ya está!, ¡no hay más!.