Tras el fiasco del domingo en Socuéllamos y despué de la subsiguiente reflexión no llegué a ninguna conclusión, porque la razón no dejó que se impusiera el corazón en esa batalla infructifera que sobreviene tras el fracaso. La razón insistió en que correr forma parte de mi y ese mismo discurso es el que despliega mi corazón por lo que todo terminó en tablas por estar ambos de acuerdo en lo esencial. Eso fue lo que dio de sí el lunes, día en el que decidí no hacer nada, no por tener molestias ni nada parecido, sino porque no tenía ánimos para entrenar.
El martes las piernas me llamaban la atención diciéndome una y otra vez que querían salir a pasear y las tuve que sacar. Había decidido dar por concluido el plan específico, y simplemente hacer las sesiones que el cuerpo me pidiera desde ese momento al 16 de noviembre, y eso hice. Me calcé las zapatillas antes de cenar y pronto me dí cuenta que iba a ser una sesión dominada por la rabia: rabia por todo y por nada concreto, rabia oculta por aquellas cosas que he hecho en esta vida que me han supuesto tiempo, dedicación y esfuerzo y de las cuales no he obtenido más que sensación de fracaso o soledad. ..., demasiadas, a juzgar por el sentimiento negativo que estaba contenido. Así que hice un ejercicio de exorcismo de la mejor forma que sé hacer, moviendo las piernas en algunas fases todo lo rápido diera de sí mi organismo. De esta forma me marqué un circuito de unos 13 kilómetros por el Camino Membrilla para luego ir hacia el Oeste hasta coger la vía de servicio de la AIV y de ahí a casa. El esfuerzo fue tal que salieron a relucir las pequeñas molestias del domingo, pero no me importó demasiado, como si no me fuese grave eso de reventar a unos días vista de la ineludible y obligada cita que en unos días vista tengo en Valencia.
Pero al final, ese mecanismo de compensación que lleva a sacarte a flote cuando ya estás en el fondo me llevó a conseguí tres cosas: expulsar mis demonios, obtener satisfacción por el entreno y despreocuparme de mis venideras obligaciones del running, lo cual fue triplemente gratificante.
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