Hay entrenos sacrificados, también los hay insulsos, algunos un desastre, otros transitorios, los menos maravillosos..., el de ayer jueves fue un entreno "por algo". Desde el comienzo me encontré bien, pero no iba pensando en sensaciones, ni en ritmos, ni meditando haciéndome preguntas, tampoco estaba corriendo por disfrutar, ni por tanto disfrutando, corría como un propósito en sí mismo. Sé que cuesta cambiarse por las noches y ponerse a entrenar cuando no hay un podium esperando, ni siquiera una buena marca, cuesta buscar el porque, pero ayer sí sabía la razón, la razón es Sevilla, una maratón que tengo que hacer yo sólo y que tengo sufrir yo sólo para brindársela a mi padre, ese ser anónimo que tal y como vino se fue y que no me puedo quitar de la cabeza. Y por ello las zancadas tenían un fin, iniciar una nueva etapa, y por ello no me costó hacer los 10 kilómetros que hice.
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