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miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA AVENTURA DE LA MADRID-SEGOVIA: JAVI, ESTÁS QUE TE "SALES"

Me he visto envuelto en este embrollo casi sin querer, y no puedo ocultar que estaba muy emocionado el sábado por la mañana a la hora de darse la salida. Era algo casi irrepetible y que crea mucha incertidumbre; sabes que lo pasarás mal y te tendrás que enfrentar a tus miedos y a tu negatividad, aunque también esperas disfrutar de algo que se quedará para siempre grabado en tu mente.

A la salida, nos echamos algunas fotos, gracias a Emilio Díaz que se acercó por Plaza Castilla para darnos ánimos:









En esta última foto tenemos a Sergio, Alberto, Javier Romero, un servidor y Emilio, de izquierda a derecha:



El ambiente era fenomenal y no se respiraba tensión, sino más bien espectación. Dieron la salida y apenas me enteré porque la gente salió medio andando. Crucé el arco y pensé que me quedaría un duro día por delante. Me puse a troter suavito y perdí a mis compañeros pero pronto apareció Juan Mudarra y me puse a charlar con él mientras esperábamos al resto de gente. Nos reunimos casi todos y fuimos charlando los tres primeros kilómetros, pero pronto Juan y yo decidimos avanzar, ya que la estrategia de Alberto y Javier era más conservadora.

A un ritmo de 6´el kilómetro fuimos atravesando las calles del norte de Madrid, sin más preocupaciones y problemas, hablando de todo un poco con Juan. Adelanté a Óscar Peral, un valdepeñero que vive en Daimiel y corre para el Saturno y nos saludamos. ¡Era todo muy emocionante!. Cuando cambiamos el asfalto por la tierra de los caminos me sentí mejor, porque comenzamos a abandonar la capital y ya estábamos "en ruta". Las sensaciones eran buenas, pero no cabía esperar otra cosa, teniendo en cuenta que acabábamos de empezar; así que tan sólo era cuestión de ir conservando fuerzas a pesar de que el ritmo era más alto del planificado inicialmente. Mi primo Juan me llamó al móvil y me dijo que estaba en el kilómetro 15 esperándome, así que eso me sirvió de acicate. Pasaron los kilómetros, comí un poco de cereales, bebí agua, y entonces fue cuando alcanzamos a Yolanda, "la pingüina veloz" que iba con "El abuelo runner". No pude resistir la tentación de ponerme con ellos y charlar un buen rato, a pesar de que Juan se me fue un poco. Me hubiera gustado seguir a ese ritmo, pero ya había decidido ir con Juan que para mi era una buena referencia, por su experiencia y porque pensaba que estábamos a un nivel físico similar. Yendo con Yolanda me encontré con mi primo Juan y me dio mucha alegría, aunque a lo largo del recorrido me estaría esperando en 5 controles con su cámara.

Tuve que apretar para volver a dar caza a Juan Mudarra, y no es que me costara, pero la idea no era realizar cambios de ritmo. Vinieron las primeras cuestas y apenas las hicimos andando, prácticamente todo corriendo y así sin más, llegamos al control de Tres Cantos. Esta imagen es de la grabación en vídeo de mi primo:



Ahí estamos Juan Mudarra y yo, contentos y sin sufrir. Aquí tomé bebida, plátano y naranja, hice pís, unas fotillos y salimos pitando. Y así continuamos con nuestro ritmo constante y muy plácidos, adelantando gente sin parar. Comenzamos a ver Colmenar Viejo a lo lejos, y tuvimos las primeras cuestecillas, en las que apenas anduvimos. Juan decía que llevábamos mucho mejor tiempo que el año anterior, y así fue, ya que llegamos a Colmenar a las 11 horas y 15 minutos, justo 2 horas y 45 minutos después de la salida. Allí estaban Mercedes, Eli la hermana de Alberto, su madre y las amigas, y de ese momento es la imagen:


Manteníamos la media en 6´e incluso un poco por debajo de ese ritmo. En el polideportivo volvimos a sellar, bebí, comí fruta, llené la camelbak y refresqué la gorra, ya que comenzaba a hacer calor. Iba muy bien, sin molestias, pero todavía quedaba un mundo y en los kilómetros siguientes comenzarían las subiditas, aumentaría el calor y el peso de los kilómetros empezaría a hacer mella. Se agradeció cuando el camino se allanó un poco, y el el constante adelantamiento de corredores nos mantenía enchufados y motivados. Llegamos a una zona muy técnica, con piedras donde había que saltar, esquivar, subir, zigzaguear y Juan se emocionó haciendo varios kilómetros por debajo de 5´30´´. Yo le seguí sin grandes problemas aunque el cambio de ritmo no sirviera para guardar fuerzas. Así llegamos al Puente Medieval, el tercer control:


Llevábamos un fabuloso crono, manteniendo la media, que tras los avituallamientos no pasaba de 6´30´´ el kilómetro. Al llegar al control sentí un ligero pinchazo en el gemelo, pero no fue nada, de hecho no me volvió a doler.





A esas alturas ya estaba cometiendo un error de bulto: mucha bebida refrescante, agua, pero nada de isotónica, y hacía mucho calor. Salimos andando del control y en seguido volvimos a coger el ritmo, para acometer el siguiente control de Manzanares el Real. Este tramo se me fue haciendo pesado, con largas cuestecillas sin árboles y donde el calor ya se notaba. Pero me encontraba bien. Me dí cuenta de que no me había tomado el ibuprofeno, y tenía uno en la mochila en Cercedilla. Los kilómetros pasaron y comencé a sentir molestias en los tobillos y en las uñas, las cuales no me había cortado, y lo notaba en las bajadas. Llegábamos a Manzanares el Real y ahí tuve un pequeño bache, justo al llegar el control. De ahí son las imágenes:




En el control fichamos, bebimos, estiramos, charlamos, me tomé dos ibuprofenos de 600 que me había comprado mi primo Juan, y me comí un plato pequeño de pasta. Iba con molestias en los pies, pero no estaba preocupado.



Salimos del Manzanares el Real con un sol de justicia y tomamos rumbo a lo que quizá iba a ser el tramo más duro hasta llegar a La Barranca en el kilómetro 58. Eran 16 kilómetros en lo peor en cuanto al calor. Pero el ritmo era bueno, todavía por debajo de 7´el kilómetro contando con descansos. Sin embargo Juan no se encontraba cómodo, tenía molestias y estaba preocupado por el calor. Fuimos andando en algún llano y me invitó a que saliera a correr, que me fuera. Avanzamos y encontramos una fuente, donde rellené la camelbak y nos refrescamos, me volvió a decir que me fuera, y lo hice, me arriesgué. Llevábamos unos 46 kilómetros. Así que me puse a correr incluso en las cuestas. El ibuprofeno me había quitado todas las pequeñas molestias y me encontraba genial, de forma que fui adelantando correrdores sin parar, a un ritmo prudente, pero sin andar, manteniendo la media por debajo de 6´50´´. Llegamos a una zona muy bonita, y pronto llegué al siguiente control en Matalpino, justo en la plaza del pueblo. Allí estaba mi primo, y me dio mucha alegría. Me dijeron que iba muy bien, el noventa o así, y que si seguía con esa progresión podría hacer una muy buena marca. De ahí es la foto


Allí estuve unos cinco minutos en los que no bebí isotónica y sí agua y Coca Cola, así como sandía y plátano, pero poco de éste: ¡un gran error!. Me despedí de mi primo Juan que no podría seguirme más con el coche y cogí las cuestas hacia La Barranca supercontento, justo en el ecuador de la prueba, a las 02:10, 5 hora y 40 minutos de aventura.

El camino se fue haciendo cada vez más virado y llegamos a una zona muy bonita y técnica, donde adelanté a un montón de gente, cada vez más desperdigada; pasamos entre toros y vacas y comenzaron las cuestas hacia La Barranca, con un gran calor y ya me había quedado sin agua. ¡Entonces sucedió!; iba disfrutando, con una sonrisa en la cara, kilómetro 55 y en una cuesta ando unos segundos; al arrancar a correr siento que los gemelos se me agarran, impidiéndome echar zancada, así que ando y ando, me adelantan cuatro o cinco, llegó a la pedazo cuesta de La Barranca donde un corredor me da una pastilla de sales de potasio, que me tomo sin agua. Noto el acalambramiento al pararme, pero andando no pasa nada, así que afronto la cuesta más dura queriendo correr pero no pudiendo. Me cruzo con una pareja que está de picnic y me dan agua, pero el agua no tiene "SALES", así que ando y ando hasta llegar al control de La Barranca donde pienso que tengo un problema y bastante serio. La media era de 7´justos el kilómetro, pero me temía que la cosa iba a empeorar. Ficho, bebo, veo el Gatorade pero no puedo beber mucho porque me da angustia y ahí vienen, las rampas, las temidas rampas, o calambres. Las piernas se agarrotan y no me dejan moverme, ni sentarme, ni tumbarme. Allí paso una hora y media horrible, sin apenas solución. Alguien de la organización me da una pastilla de potasio que me tomo, pero no se me van. Vomito dos veces, casi todo líquidos y el estómago se me queda nuevo, pero las piernas siguen igual. Llega Juan Mudarra y se preocupa por mi pero él tiene que seguir su carrera. Estoy cansado por los dolores, pero con ganas de correr y de continuar, y de repente me doy cuenta que han cesado los calambres, así que decido irme y echo a andar hacia Cercedilla. Llamo a Mercedes y le comento lo ocurrido y que voy hacia donde ella está. Por desgracia hay fuertes cuestas en ese tramo, pero cuando llego a la carretera alcanzo a un chaval que me da agua, me recupero, me quedo nuevo y corremos hacia Cercedilla. De nuevo subidón, a pesar de haber perdido la oportunidad de realizar una buena marca, comienzo a sentirme bien y el objetivo ahora es el más importante: terminar la prueba. Llegó a Cercedilla donde me espera Mercedes que estaba preocupada por la llamada que había recibido. Me cambio, me aseo, bebo, pero no Gatorade, y a los pocos minutos, plasss, calambres de nuevo. Mercedes pide potasio, sales, y nadie parece tener, nadie en absoluto. A estas alturas Juan Mudarra ya partió hacia Segovia, también lo hizo Yolanda y Alberto y Javier están a punto de llegar a Cercedilla, y yo hay parado sin poder salir. Llegan Alberto y Javier, y se preparan para el último tramo. Una hora después de llegar, ya han descansado y se van, y yo, tonto de mi, no puedo seguir a pesar de estar fuerte, no tener un mal dolor de rodilla ni de cuadricep, ni de tobillo, tan sólo calambres. ¡Dichosos calambres!

Alguien de la organización me aconseja abandonar, porque ahora llegará la noche y calambres y noche no son buenas compañeras. Quedan 37 kilómetros y no me parecen muchos, pero admito que me resulta imposible continuar con esas rampas, ya que no puedo ni sentarme. Así que o bien me espero a que se me pasen por el efecto de los plátanos, o bien me retiro y nos vamos todos en coche a Segovia a ver terminar a la gente, y hago esto último. Ya camino de Segovia, de repente desaparecen los calambres y me encuentro genial. El resto me da pena contarlo: me encuentro estupendamente, no me molesta nada y no he sufrido apenas corriendo, sin embargo no he tenido la sabiduría, la paciencia, los conocimientos o lo que haga falta, para terminar esta prueba, y me siento impotente...

Enhorabuena a Alberto, Javier Romero, Sergio, Yolanda (llegaste antes de las 12 y cumpliste tu objetivo) y a Juan Mudara que hizo menos de 14 horas y está también hecho un crack.

Y mil gracias a todos por vuestro apoyo: Emilio, Agustín, Kino, Marisol y Marcos, y resto de Pozo Norte y Extenuación, Paco Rivas, Miguel, Ana y Javier, Manolo Valverde, mis dos hermanas, la tropa de Alberto, etc, etc, sin dejarme a mi primo Juan y por supuesto a mi Merche que estuvo conmigo hasta el final y que ya me anima para intentarlo de nuevo, y ella sabe que lo estoy deseando.

Javi, estás que te "sales", ¿eran sales?, sí, eso era.

Ahí va un vídeo que hizo mi primo:








8 comentarios:

  1. “Un intento nulo es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia”. Esta frase puede estar acorde con lo que cuentas, pero yo creo que simplemente que el mero hecho de ponerse detras de la línea de salida de una ultra trail de 102 kilómetros, no es un intento nulo es un acto de valentía, compromiso, esfuerzo, preparación, convicción, sacrificio..., y tantos otros adjetivos que ahora no voy a poner, por lo que no tengo nada más que quitarme el sombrero y felicitarte por ese reto que conseguiste antes de la salida, sin duda tendrás más oportunidades de completar el reto, pero este ya lo conseguiste.
    UN SALUDO CAMPEÓN Y DE NUEVO FELICIDADES.

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    1. Gracias Kino por tus ánimos. Creo que estoy en lo mejor desde que comencé a correr, y esto me ha servido para motivarme más, porque me encontré bien y disfruté. Me faltó sufrir que era lo que había ido a buscar, y sobre todo, acabarla

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  2. Lo peor es tener que abandonar sintiéndote tan fuerte físicamente, lo mejor es que se aprende y casi, casi te ves obligado a repetir, donde la mejoría será exponencial. Ánimo y a seguir camino de Málaga.

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    1. Y que lo digas Miguel. No me esperaba llevar tantos kilómetros y encontrarme fresco y es con lo que me quedo. Estas carreras son para gente que tiene experiencia y que está hecha de una pasta especial y yo sólo soy un aprendiz de maratoniano, pero espero hacerla el año que viene y terminarla. Ahora vamos a por Málaga

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  3. Javier, cuando la apuesta es grande, los riesgos no son pequeños, tu has sabido apostar y preparar a conciencia la prueba, también has sabido gestionar el riesgo, tomando la decisión correcta, seguir en dichas condiciones era temerario, por lo tanto tu éxito es para quitarse el sombrero. Conocimiento, experiencia y capacidad tienes de sobra, si el próximo año te apetece la terminas, sin mas.
    Me alegro de que estés bien, ahora a pensar en Málaga.
    Recibe un fuerte abrazo.

    Emilio.

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    1. Gracias Emilio, claro que me apetece, estoy deseando volver a hacerla. Eran demasiadas variables y yo soy un poco desastre. Me quedo con la idea de que estaba preparado para terminarla

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  4. El que fracasa es el que no lo intenta. Por tanto tu has triunfado solamente con intentarlo. Enhorabuena y que esta experiencia te sirva para aprender. Aunque en este tipo de pruebas son tantas las dificultades que te puedes encontrar que nunca terminas de aprender. De todas formas la mejor manera de solventar los problemas es empezar prudente, más conservador de lo que tienes programado. los minutos del principio se convierten en horas del final. Si quieres adelantar unos minutos al principio puedes perder unas horas al final, y si te retrasas unos minutos al principio puedes adelantar unas horas al final. Esta regla no suele fallar, el problema es que los corredores somos muy nerviosos y nos gusta arriesgar.

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    1. Gracias Manuel, viniendo de ti es todo un halago. Llevas razón, es tan larga que lo mejor es no ser impaciente al principio. A pesar de todo tenía piernas de sobra, eso sí, los calambres eran horribles. Una sensación rara, la de estar con ganas, sentirte bien y no poder correr. Ahora, leyendo en la red he comprobado que ese tipo de calambres, motivados por la falta de potasio, magnesio, etc, se solventa aportando minerales durante la carrera, y en unos 15 minutos se pasan, pero lo peor es parar, porque es en la inactividad cuando los músculos se acalambran más. A la próxima me llevo sales, y espero que no me fallen, aunque si no es puede ser otra cosa, ¡son tan largas!

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