Había que rematar la faena en esta semana tan exigente en cuanto a horarios, así que me levanté muy cansado, tras no atender la llamada del despertador. Por un momento pensé que me había dormido y que ya no me daría tiempo a correr, pero comprobé cómo sólo me había demorado 15 minutos, así que bajé, desayuné rápidamente y me vestí para la ocasión. Fue un comienzo similar al del miércoles: eché a correr y noté que en mi cintura llevaba atado un cordel del cual pendían sacos llenos de gruesas piedras. En cualquier caso arrastré de dichos cantos y pensé que era el castigo que me tocaba sufrir. En descargo puedo decir que muscularmente no me encontré mal, sino que simplemente se trataba de cansancio, de falta de fuerzas. Recorrí los caminos del norte del pueblo, pero sin alejarme mucho, y luego me dirigí al Parque Cervantes, donde dí dos vueltas. Hecho esto me fui a casa tan cansado como empecé la sesión. Me salieron 48 minutos y unos 8.500 metros.
Así que ya puedo decir que la semana no ha podido conmigo, al menos no del todo.
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