Me levanté hecho polvo, con los ojos pegados y sin fuerza alguna. Venía de la batalla laboral del miércoles y era lógico mi estado. Así que con mucha fe me calcé las zapas y me fui al Parque Cervantes dispuesto a hacer poca cosa, no más de 7 kilómetros, pero cuando llegué al recinto comprobé que estaban montando el mercadillo semanal, así que tuve que coger dirección hacia la circunlación. Iba penando por la falta de fuerza que tenía. Nada de molestias musculares, tan sólo pesadez, me costaba avanzar. En el asfalto me recuperé un poco y en la Avenida Sur quise coger un poco imposible, pero nada, imposible, me costaba horrores. Subí por la Calle de Seis de Junio hasta casa en un entreno en el que si algo entrené fue la fuerza de voluntad en esos días en los que no puedes tirar de tu cuerpo.
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