El domingo apenas quedaban secuelas del traumático entreno del día anterior, sólo un exceso de gases que no dejaba de ser molesto, pero para nada doloroso. Aproveché la mañana, buena mañana por cierto para realizar un circuito que comencé por el Camino del Peral y acabé derivando hacia la Finca de la Gatera. El ritmo era lo suficientemente vivo como para no caer en una depresión, pero lo suficientemente lento para no estar satisfecho, en cualquier caso nada que ver lo del día anterior. La subida por la finca no fue mala y a partir de ahí comencé a encontrarme sensaciones, ¿qué más podía pedir?. Regresé por el Camino de las Casas de Santa María, ese que tiene un largo tramo asfaltado y en ese tramo metí hasta un poco de caña. Llegué a casa tras unos 17 kilómetros con la sensación de que al menos había cumplido.
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