Acometí lo mejor que pude aquel miércoles de un calor infernal, con una macrojornada laboral y un entreno ahí añadido como se puede. Tiré de asfalto al principio a ver si seguía encontrándome mejor de mis molestias, y pese al calor fui entrando en faena, eso sí, ayudado con una botellita de 750 ml y mi mochila. Cada pocos minutos me refrescaba cuello, brazos y cara y en unos 25 minutos el agua ya estaba como el caldo. Pese a todo fui llevando ritmo constante aunque la vuelta se hizo complicada cuando me quedé sin agua que echarme. Por el camino me había cruzado con un loco que no llevaba ni agua, y eso a 38 grados a la sombra. Llegué bastante acalorado y la ducha fría me sentó genial. Unos 10 kilómetros más en condiciones inhumanas
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