Llegó el domingo, pero no llegó la lluvia, porque ella ya estaba con nosotros. Quise salir por la mañana temprano pero la persistente caída de agua impedía ser valientes. Finalmente, a eso de las 12:45 me fui dirección al Peral y al poco de comenzar a correr empezó a diluviar. Peor aún fue cuando enfilé dirección noreste, porque el viento, que soplaba muy fuerte, me acompañó hasta la llegada del paraje, es decir más de 5 kilómetros pasándolo mal. Las gotas de agua picaban al darme en la cara y me lo tomé como un entrenamiento enfocado al sufrimiento de cara a lo que me toca el domingo en Valencia. Sin embargo, en cuanto cogí el camino de vuelta, el inicio del camino del Peral, tuve el viento de espaldas y todo lo que había sufrido antes se convirtió en una ayuda para avanzar rápido, tanto que comencé a estirar zancada y a ponerme en un ritmo cercano a los 4´ e incluso por debajo en algunas fases. Tarde menos de 25´en hacer los últimos 6 kilómetros y aunque llegué a casa como una sopa, también llegué muy satisfecho. Finalmente hice 12 kilómetros invirtiendo un tiempo de 59 minutos.
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