El lunes pasado fue uno de los entrenos más negros que recuerdo. No sé cómo puedo llegar a ser tan cabezón, algo que sólo me provoca daños; el caso es que traté de forzar la máquina cuando bien sabía que no podía. Me procuré un interval de cambios de 1 minuto y medio y sólo necesité llegar al segundo cambio cuando noté como la zona del isquio bajo, el semimembranoso se me ponía más tieso que la mojama. Aún así no desistí y continué haciendo cambios, suaves porque no podía hacerlos fuertes, hasta que llegó un momento que decidí suspender el interval e ir suave a casa, algo que me costó porque el mal ya estaba hecho. Llegué con bastante dolor y cabreado. Me podía dar oficialmente por lesionado. Diez kilómetros de esos que no sirvan para nada.
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