Le estoy viendo entre los árboles en esta noche cerrada, y desde aquí arriba percibo como disfruta; noto la brisa rozando su cara, siento su sonrisa, y hasta experimento el dulce cansancio de sus piernas. Se siente privilegiado porque le embarga la sensación de estar vivo. A pesar de todas mis percepciones no le conozco, ni tan siquiera sé qué hago allí en ese universo extraño y lo único que entiendo es que vigilarle es mi cometido. Soy misionero y prisionero a la vez, portando ese don que me permite encontrar y perseguir ese mal que los humanos llaman enfermedad y que de vez en cuando se instala en ellos pillándoles desprevenidos. Nunca me acostumbro a enfrentarme con esa masa oscura y por todo ello, en este instante, siento un escalofrío cuando por fin detecto nube negra que se ha instalado dentro de él y que se mueve al ritmo de sus zancadas...ahora sí sé que hago allí.
...Es tarde, pero merece la pena exprimir una noche como esta; además es viernes y no tengo obligaciones que pesen en las próximas horas, así que me place perderme en la oscuridad sabedor de que puedo alejarme de casi todo y por ello me siento sencillamente bien. No pienso en cómo ha transcurrido la semana porque eso no es mi vida real, mi vida real, la auténtica, está aquí y ahora escuchando el sonido del aletear de los pájaros que huyen de los árboles al sentir que me aproximo, con el ruido periódico de mis zapatillas al golpear la tierra, y sigo distanciándome de mi rutina, a más y más kilómetros de mi día a día, como si sufriese un desdoblamiento y pudiera presumir de ser un hombre nuevo durante el tiempo que duran esas exigentes escapadas. Me encuentro fuerte a pesar de mis años, pero ese vigor no durará para siempre, y como no puedo parar el tiempo si que puedo disfrutar de este instante, eso es lo que me queda. Ya de vuelta al pueblo pienso que en casa no me espera nadie, así fue siempre, pero ese es el camino que me encontré, el de la soledad. .
..Sigo a ese hombre porque estoy obligado a ello, una fuerza me programa a no perderle de vista, y oteo el horizonte de luces hacia donde se dirige de regreso a su hogar. Su nuevo y negro huésped le acompaña, se extiende por sus células realizando su particular y destructiva carrera, y el ajeno a ello él continúa recorrido de vuelta a casa.
...El doctor es frío, seco, y pronuncia esas palabras tras el refugio profesional de la costumbre, noticias para las cuales sus pacientes no están nunca preparados: "no tiene solución, su estado es terminal, irreversible...". El mundo no se detiene, no veo mi vida pasar, ni un escalofrío me atraviesa, tan sólo pienso en caminos, en la noche, en búhos y pájaros aleteando, lo echaré de menos...
...La baldosas del hospital están congeladas, sin embargo allí me hallo sentado en el suelo al lado de la cama que tengo asignada. Me he quitado la toma del brazo, no necesito enmascarar el dolor con medicamentos, sólo deseo volver a correr una vez más. Me levanto a duras penas, busco en mi taquilla, en mi bolsa, y allí está la ropa esperándome, el mismo chandall con el que entré en el hospital sabedor de que sería probablemente la última ocasión que sentiría la calle bajo mis pies. Me visto y me enfundo mis zapatillas, salgo sin hacer ruido, hasta que la enfermera me descubre y me increpa, vocea, sale tras de mi, pero yo no le atiendo, tengo mi hacer mi última carrera. Al salir por la puerta siento el frío en mi cara y me inunda la felicidad, pero estoy tan mareado que no me puedo imaginar corriendo; sin embargo como en otras maratones, me pongo a correr sin tener fuerzas para ello y contra todo pronóstico mis piernas obedecen. Enfilo hacia el parque mientras oigo voces en el hospital, probablemente la enfermera ha dado aviso, pero ya nada me preocupa. Árboles, hojas crujiendo, sombras que me dan la bienvenida, caminos cada vez más estrechos y pronto estoy en una nueva tirada, una de esas largas...
...Ese hombre se mueve nuevamente en la noche, lo hace lentamente porque su parte oscura ha crecido hasta hacerse con su cuerpo y yo me veo otra vez en la necesidad de estar con él. Siento su dolor, oigo sus huesos quejarse a cada zancada, y sin embargo vuelve a inundarme nuevamente su paz. Presiento que mi misión se termina y que pronto tornaré a un nuevo sitio con un nuevo mensaje, pero ahora ha llegado nuestro momento, el de ambos.
...Hace minutos que no siento nada y correr se hace difícil ante tanta insensibilidad, todo me da vueltas y sé que acerca el final pero prefiero el frío del bosque al de aquellas baldosas, prefiero mis zapatillas al camisón del hospital. No me siento mal, al contrario, el regocijo me llena. Miro hacia el cielo y veo una luz que me sigue, me paro, y se para, echo a andar y hace lo propio; sé que viene a por mi, a llevarme, aunque yo aún no he terminado mi entreno. Entonces todo se torna blanco y caigo...
....Van a dar la salida; esta maratón es especial, es la de mi nueva vida. Muchos corredores me están saludando; sin duda me conocen. Mi blog tiene la culpa de mi popularidad, en él cuento mi extraña experiencia, desde entonces no ha parado de crecer el número de seguidores, tanto que ya es imposible sentirme solo porque ahora me arropa una manta bien grande de almas corredoras. Suena el pistoletazo y todos comenzamos a avanzar a una; me siento ligero, me siento bien, pero sobre todo soy feliz porque estoy viviendo una segunda oportunidad: me siento cazador de los minutos de mi vida, del resto de minutos de lo que me reste de existencia.
....Ya no puedo verle, no sé dónde está, pero sé encontrará corriendo en aquel su mundo; aquella noche le robé sin querer una pequeña parte de su alma y desde entonces puedo saber cómo se siente desde la distancia que nos separa; también le despojé de algo que no era suyo y que le sobraba, esa parte oscura que no le dejaba correr.
Entrda compleja, pero que que encierra un mensajae de esperanza y anhelo, de que correr es lo que nos mantiene "con vida", con la vida que queremos vivir.
ResponderEliminarSaludos, Emilio Díaz.
Gracias Emilio
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