La razón y el ímpetu, ¿en qué medida han de ir mezcladas para obtener un buen cóctel?. Buena pregunta. El domingo tras lo ocurrido y que más tarde narraré no sabía si reflexionar y guiarme por lo que me dicta mi cabeza o simplemente dar rienda suelta a mi impetuosidad. Pensé que cualquiera de las dos opciones eran inútiles por lo que simplemente no hice nada. Retrasemos las agujas del reloj ...a un año atrás.
Hace justo un año los acontecimientos sucedíam alegremente; tras el tremendo fiasco de la Maratón de Valencia en noviembre del año anterior vinieron los buenos momentos: 10000 de Daimiel con mejor marca incluida, Maratón de Castellón rebajando 18 minutos la marca de Estocolmo, Media de Torremolinos rebajando 2 minutos la anterior y Media de Valdepeñas rebajando otros dos minutos más la mencionada. Parecía que no tenía fin: la Maratón de Roma, sin duda la mejor carrera que jamás he hecho, bajar de las 3 horas con casi 42 años, siendo un runner tan mediocre; me dio aún para correr un 10.000 de Minaya, en un minuto menos como mejor ppm y la Media de Almagro, casi tan bien como la Media de Valdepeñas y eso que corrí con los isquios sobrecargados. Eso hacen un total de 6 carreras magnificas que me hicieron flotar en una nube. Ya podía imaginar que lo bueno no dura siempre, y así fue arreciaron los malos tiempos en forma de molestias, lesiones, contratiempos: el 10.000 de Manzanares, donde me tuve que parar para recuperar el resuello, aunque luego continué; la Madrid-Segovia con mi retirada en el 67, la Media de Alcázar sufriendo un montón al final, la Media de Ciudad Real con un hundimiento tremendo, el 10.000 de Socuéllamos que fue lo único salvable del otoño, aunque también lo pasé mal y la marca no fue gran cosa, y SOBRE TODO: la retirada en la Media de Benidorm con el problema de los isquios, la Maratón de Málaga con la pierna a arrastra y para finalizar.., la Maratón de Sevilla, la más decepcionante maratón que he disputado hasta ahora, a excepción de la de Valencia, claro. Siete carreras totalmente distintas a las otras seis en las que pareciera que las ha corrido otra persona. Así que bien podría haber jugado a eso de yo pregunto y yo mismo contesto:
¿Qué he hecho yo para merecer esto? Upss, te has equivocado de pregunta.
¿Qué ha fallado en los entrenamientos? Upss, vuelves a errar.
¿Por qué todo lo malo me ocurre a mi? Upss, ese no es el camino.
¿Cuándo volveré a correr como hace un año? Upss, ¡no das una con tus preguntas!
O mejor no me planteo cuestiones no me autocompadezco, busco merecimientos, mala suerte, ni leches. Así que el domingo por la tarde no atendí llamadas y el lunes las justas; Mercedes habló con algunas personas que estaban interesadas pero poco más. He dejado reposar esto hasta hoy para decidirme a escribir esta crónica, ahora que siento que el agua ha vuelto a su cauce y tras una nueva caída toca levantarse y no enorgullecerse por ello.
Por ello os resumo lo ocurrido, y no me extiendo tanto como en otras ocasiones, por motivos obvios... El viaje fue emocionante, llegamos a la buena feria del corredor y nada más entrar en el recinto me topé con Martín Fiz que me saludó atentamente como si me recordara de la vez que hablamos en Castellón; estuvimos viendo los stands y comencé a sentir unas ganas locas de correr. Hicimos una cola tremenda para la Pasta Party, pero mereció la pena porque la organización no escatimó en detalles (gazpacho, chocolatinas, barra libre, fruta, quesito, etc.., la pasta tenía hasta carne, con eso os digo todo. Por la tarde paseamos con Gregorio y Ana, de Puertollano, que se alojaban en nuestro hotel (Goyo corrió en Estocolmo en mi primera maratón); a la noche cenamos con Emilio y su mujer y a eso de las 11 horas caía en la cama rendido, y sin apenas desvelarme amanecía a las 06:00 para bajar a desayunar. Pronto me ví en el túnel Sur con algunos de esos estupendos blogueros, y es que habíamos sido convocados para conocernos; una experiencia estupenda, sin duda. Unos minutos más y ya estábamos esperando el pistoletazo, la sexta maratón. ...
Los primeros 5 kilómetros fueron tranquilos, no cabía esperar otra cosa. Desde el principio dejé que el globo de las 3 horas se fuera un poco, sin forzar y conservando. Así a 4´18´´ de media fui avanzando sin grandes sobresaltos, y lo mismo ocurrió en los cinco kilómetros siguientes, pasando el kilómetro 10 en 42´32´´, en ritmos muy parecidos a los de la Maratón de Castellón. Iba bebiendo agua e isotónica, en pequeños sorbos y el tiempo era ideal, no digamos la animación y el circuito (un 10 para la organización). Tampoco pasó nada especial entre el 10 y el 15, iba cómodo sintiendo que guardaba fuerzas para después; en el 16 vi por primera vez a Mercedes quien me preguntó y puede contestarle que iba bien y que todo estaba controlado. En el 18 sentí un desagradable flato que me aguó los dos siguientes kilómetros, pero se me fue pasando y en el paso de la media, todo iba según el guión preestablecido, salvo un desfase de 1 minutos sobre el tiempo planificado: 01:31:09 fue mi paso oficial.
Y no ocurrió nada reseñable hasta el kilómetro 23 en el cual noté que ya no iba tan suelto. De hecho me sorprendió ver tiempos de paso de casi 4´30´´ cuando no me daba la sensación de haber bajado el ritmo. Entre el 23 y el 27 aún pude conservar un ritmo decente que se moviese por debajo de 4´40´´, pero ya en el 28 hice lo inevitable: echar a andar unos segundos. Aún así, esos 2/3 de carrera los pude pasar en algo menos de 02:03 con lo cual no había perdido mucho tiempo, aunque lo peor estaba por llegar. Desde ahí, los kilómetros a casi 5, a más de 5´, pronto a 6´, etc. El kilómetro treinta en casi 02:12 largos, y cada zancada costaba su precio. Llegó la zona más bonita de la maratón, pero daba igual, no era capaz de sentir el ánimo de la gente animase, y no podía salvar ya mi carrera. En la Plaza de España me dió un calambre en el isquiotibial izquierdo que me obligó a pararme y estirar durante unos segundos, pero se me pasó y seguí a ese ritmo cansino tan indecoroso viendo pasar más y más gente, . En esa parte de la maratón me acordé mucho de Roma y esto lejos de ayudarme me hundía más. Huelga decir en todo ese tiempo no me dejaban de adelantar corredores, algunos muy frescos, como lechugas
En el puente del 36 me esperaba Mercedes y allí me paré unos segundos ante ella para decirle que iba a terminarla pero que no podía con mis piernas. Decidió acompañarme a pesar de que iba cargada con la mochila y pudimos recorrer hasta el 38 y medio aproximadamente. Ya en el parque El Alamillo la cosa lejos de mejorar empeoró más, kilómetros que me salían de media cercanos a los 7´ porque andaba más que otra cosa, y así digerí lo que me quedó de maratón, hasta que a 600 metros de la meta, José Luis, un atleta del Rabaneros Club de Argamasilla de Calatrava, compañero hasta hace poco del Pozo Norte, me adelantó y me arengó para que le siguiera. Lo intenté pero no podía con su ritmo, y mi entrada en el estadio fue todo menos "triunfal", con zancadas dolorosas y una total incapacidad para correr entrando, de hecho, andando para hacer 03:30 largos tiempo del chip. Algunos diréis que al menos la terminé, y sí, lo hice, pero no nos engañemos: no quiero esto para ningún corredor que pretenda disfrutar una maratón.
Y para lo último, la apoteosis: indigestión en forma de repetidos vómitos y diarrea que me provocaba que unos minutos después de beber lo expulsase, y así hasta bien entrada la noche. Al día siguiente tampoco pude comer y sólo al mediodía me pudo entrar algo. Ya a la cena la cosa se regularizó. Lo mejor es que ayer salí a correr con Mercedes y aunque suene a sorna me encontré suelto y sin problemas. Supongo que de algo me tendría que haber servido mi preparación.
En la tabla podéis apreciar "mi ficha"
Y sólo puedo terminar esta entrada diciendo que siento volver a transmitir negatividad aunque no fue mi intención. Yo soy el primero que tengo ganas de contar cosas buenas.